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Capítulo 58: NASA

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Capítulo 58: NASA

Aquel 25 de Septiembre fue especial. Fue el primer cumpleaños que pasé fuera de casa. Cuando todavía no me imaginaba que sería el primero de muchos. Me sentí un poco triste, a pesar de que encantaba mi nueva vida y de que Enzo me había despertado dándome mil besos para desearme un feliz cumpleaños, pero en momentos como ese era cuando más echaba de menos a mi familia. Me gustaba el sentimiento de ser independiente, pero sabía que al final del día no sería nada sin ellos, aunque fuera desde la distancia iban a estar ahí siempre. Mi teléfono no había dejado de sonar en toda la mañana con mensajes y llamadas entrantes para felicitarme. Mis padres me habían dicho que mi regalo estaba en camino y Lara me había hecho una videollamada desde la casa de mi abuela. Casi me puse a llorar cuando las dos empezaron a cantarme «Cumpleaños feliz». Al echar la vista atrás era casi increíble la manera tan extrema como había cambiado todo en un año, y lo que iba a seguir cambiando.

Dejé a Enzo en la tienda de camino a la academia y él me dejó irme a regañadientes cuando ya teníamos los labios hinchados de tantos besos. Sandy también me recibió con un abrazo al llegar antes de seguirla hasta nuestra mesa de trabajo entre risitas que no llegué a entender en el momento. Aproveché buena parte de la mañana para adelantar al máximo el trabajo que nos quedaba por entregar, aunque Sandy no me dejó hacer mucho más cuando se acercó a mí y prácticamente me echó. Ni siquiera era la hora de comer ni nada por el estilo, pero supe que estaba confabulada con Enzo en el momento que bajé hasta la calle donde él me esperaba con los cascos en la mano, apoyado sobre la pared de piedra y de repente tuve una sensación de dejà vu enorme.

- Estaba trabajando, ¿sabes? -le hablé con un tono falso de reclamo.

Él me abrazó cerrando sus brazos en torno a mí y me dio un beso en la punta de la nariz.

- ¿Alguna queja?

- Pues sí.

Sonrió y me retiró el pelo de la cara antes de ponerme el casco. Subí a la moto detrás suya y me abracé a él cuando arrancó. Había echado de menos los paseos en la moto el tiempo que habíamos estado en España, y después de volver tampoco es que hubiésemos tenido mucho tiempo como para perdernos por ahí sin tener que preocuparnos por nada. Los dos habíamos gestionado el tiempo a veces trabajando mucho y otras comiéndonos a besos. Agradecí haber pensado en ponerme la sudadera que él me trajo porque el aire que nos rozaba la piel con la moto en marcha hizo que me entrase un poco de frío.

Pensé que quizás había sido el mismo destino el que nos había llevado a aquel sitio en el que hacía ya tiempo nos habíamos dado el primer beso, sin saber que sería el primero de muchos más, pero la cara de Enzo me dijo que nada de eso había sido una casualidad y que de hecho había pensado bastante en todo. Entrelacé mis dedos con los suyos cuando con un gesto me pidió que agarrase su mano y en aquel instante, al mirarlo supe que el deseo que le pedí a aquella estrella fugaz hacía tiempo que se había cumplido.

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