★21★

441 37 10
                                    

★Maratón 2/3 ★

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Maratón 2/3

Capítulo 21: Bajo la mesa

No lograba entender por qué estaba tan nerviosa. Llevaba queriendo volver a Milán desde que me fui, y aun así los nervios no me habían permitido comer nada antes de salir de casa ni mucho menos en el avión. Esa vez no me había entretenido tanto de camino porque tenía bastante clara cuál iba a ser mi primera parada. Desconecté los auriculares de mi teléfono y lo guardé en el bolsillo de mis vaqueros antes de llamar al timbre.

- ¡Sorpresa! -exclamé en cuanto abrió la puerta.

Enzo me miró con los ojos muy abiertos. Como si no fuera yo quien hubiese esperado encontrar al abrir. Me dio la sensación de que casi me cierra la puerta en las narices, pero cuando me disponía a decírselo me levantó en volandas del suelo haciendo que mi mochila se me resbalara de las manos y cayera en un golpe seco. Su olor me envolvió por completo y una sensación extraña se apoderó de mí porque de pronto con él me sentía otra vez en casa. Me gustó la sensación de ese abrazo y lo atraje hacía mí un poco más, alargando el momento con mis manos rodeándole la espalda y su cara escondida en la curva de mi cuello.

- Al final ha sido verdad que me has echado de menos.

Él levantó la cabeza para mirarme a los ojos y esbozar una enorme sonrisa.

- No te imaginas cuánto.

El peso de sus palabras me dejó anclada al suelo. Enzo se retiró de la puerta e hizo un gesto invitándome a pasar. Yo levanté mi mochila del suelo y lo seguí hasta el salón de su casa donde dejó mi equipaje. Me hizo un gesto para que me sentara afirmando que ya volvía y se metió en su habitación. Aproveché el momento para sacar de la maleta el paquete en el que envolví su regalo y me lo escondí a la espalda cuando él salió.

- ¿Qué escondes? -preguntó enarcando una ceja.

Me había pillado de lleno el capullo. Aun así, yo intenté disimular.

- Nada -carraspeé-. Nada.

Él soltó una risa dándome a entender que no me creía, pero no insistió más. Yo seguía con las manos detrás de la espalda, de manera que solo le daba la razón aunque no fuese directamente. Se sentó a mi lado en el sofá y me dijo que extendiera las manos y cerrase los ojos.

- Ni de coña.

- ¿No te fías de mí? -cuestionó con falsa indignación.

- Pues no.

Enzo negó con la cabeza y se mordió el labio inferior divertido. No pude evitar mirar lo que hacía. De repente me costaba tragar saliva y me imaginé cómo se sentirían esos labios contra los míos. ¿Qué me pasaba? Me regañé mentalmente a mí misma por pensar siquiera en ello y devolví la mirada a sus ojos. Sorprendentemente él también estaba mirando mis labios provocando que mis pulsaciones se dispararan. Era diferente desde que había cruzado el umbral de la puerta. Había una sensación diferente entre nosotros, como si hubiese muchas cosas que ninguno de los dos lográbamos entender.

- Cierra los ojos, bella -volvió a pedir dulcemente y esta vez obedecí sin protestar.

Lo escuché trastear con unas bolsas y en un momento colocó algo pequeño sobre la palma de mis mano. Abrí los ojos cuando me dijo que lo hiciese y me encontré con una cajita con un lazo rojo que la adornaba.

- Tu regalo de Navidad -aclaró ante mi cara de duda.

Mi mirada fue desde su cara hasta la cajita. Le quité el lazo lentamente bajo su mirada y la abrí. Me costó horrores no echarme a llorar de lo bonito que era mi regalo. Levanté el collar y observé bien los colores de la piedra pequeña que colgaba en él.

- Es una piedra de luna -explicó-. En cuanto lo vi supe que tenía que ser tuyo. Ese collar lleva tu nombre, Vega.

Me abalancé sobre sus brazos conteniendo las lágrimas. Sin haberme parado a pensarlo. Enzo correspondió a mi abrazo al instante y me dio un pequeño beso en el pelo.

- Que asco te tengo, italiano -repliqué al separarnos.

- ¿Gracias?

Su sonrisa contenida me confirmó la gracia que le había hecho lo que acababa de decirle.

- Por tu culpa ahora mi regalo es una mierda.

Saqué la bolsa con el jersey que Lara me había ayudado a escogerle. Enzo levantó las cejas diciéndome sin palabras que había tenido razón cuando me dijo que escondía algo y empezó a romper el papel con delicadeza. Seguí el movimiento de sus manos mientras lo hacía. Me dio un beso en la mejilla cuando vio el jersey y me dijo que le encantaba. Y debía de ser cierto que le encantaba porque no tardó ni quince segundos en quitarse el que tenía puesto para remplazarlo por el mío.

- ¿Un café? -preguntó en cuanto se lo pasó por la cabeza y lo colocó para que quedase bien.

Asentí y lo seguí hasta la cocina. Puso la cafetera en el fuego y volvió a mirarme. Me envolvió en un abrazo y besó mi mejilla. Fue un beso nostálgico. Como todos sus gestos desde que entré en su casa. Y lo peor es que yo creía saber el porqué de eso, y que tenía nombre y apellidos.

- ¿La has visto? -le pregunté directamente.

Él se separó de mí y observé como comprobaba que la cafetera se estuviese calentando en el fuego de espaldas a mí.

- Sí -admitió.

Tragué saliva intentando encontrar las palabras adecuadas para decirle después, pero no hizo falta que lo hiciese porque Enzo apagó el fuego retirando la cafetera y se giró hasta mí.

- Me he dado cuenta que ya no la quiero, Vega -confesó en un susurró y levantaba la cabeza hasta mí, encontrándose así con mis ojos-. Ya no.

 Ya no

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Miles de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora