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Capítulo 59: Enchanted

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Capítulo 59: Enchanted

No había podido volver a concentrarme después de la charla con Sandy, que me dejó nerviosa por el resto del día. Apenas habíamos adelantado trabajo, solo habíamos estado planteando y sopesando lo grande que era aquella oportunidad para mí. No aguantaba la emoción por contarle todo a Enzo, tanto que incluso salí antes de la academia para llegar cuanto antes con él. Subí las escaleras hasta casa casi corriendo con la carpeta en las manos. La cabeza me iba a mil por hora. No dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado en tan poco tiempo, y tal vez, en lo que iba a seguir pasando pronto. Las condiciones del contrato eran mejores de lo que me habría podido imaginar antes de que Sandy se sentara a mi lado y lo analizáramos un poco por encima. No veía el momento de llegar y ver qué pensaba Enzo. Sabía que él se alegraría tanto como yo por una oportunidad así. Todavía tenía que pensarlo un poco más y hablarlo con él antes de dar una respuesta definitiva. Lo único que me hacía dudar era él. Quería que viniese conmigo. Ojalá él quisiese venir conmigo.

Abrí la puerta con el manojo de llaves y las manos temblándome. Al mirar a mi alrededor me sorprendió encontrar la casa casi en penumbra cuando me había acostumbrado a llegar y que Enzo me estuviese esperando en la cocina, empezando a preparar algo de cena que acabaríamos cuando yo llegase. Lo busqué con los ojos pero no estaba por allí. Dejé la chaqueta en el perchero junto con el bolso, aunque la carpeta seguí llevándola en las manos. Como si me diese miedo soltarla. Mino vino en mi busca y me agaché para hacerle arrumacos.

- ¿Dónde está Enzo, Mino? -le pregunté y el perro ladró como su quisiera darme la respuesta.

Le acaricié el morro y di un vistazo por el salón. Desde allí pude distinguir que la luz de la habitación sí estaba encendida y supuse que entonces Enzo estaría allí. Abrí la puerta despacito por si lo encontraba acostado. Solía darle migraña a veces y no quería molestarlo si ese era el caso, pero para mi sorpresa lo encontré sentado en la cama con la cara apoyada sobre sus manos. Levantó la cabeza al verme llegar y le sonreí un poco. Él no me devolvió la sonrisa.

- ¿Te sientes mal? -quise saber.

Negó con la cabeza y levantó la mano hacia mí, llamándome a su lado. Me parecía que estaba actuando raro y me empecé a preocupar. Dejé la carpeta sobre la cama y tomé su mano con la mía. Enzo tiró de mí hasta tenerme frente a él y me abrazó, apoyando su cabeza sobre mi pecho. Me mordí los labios tratando de aguantarme las ganas de preguntarle qué lo tenía así, pero sabía que era inútil forzarlo a que hablara. Necesitaba su tiempo y su espacio y yo estaba dispuesta a dárselo. Pasé los dedos por sus mechones rebeldes, haciéndole pequeñas caricias. Si me necesitaba me iba a tener siempre.

- No puedo perderla otra vez -habló muy bajito con la cara contra mi ropa.

No entendía a lo que se refería, pero su tono de voz me había despertado un sentimiento extraño dentro del pecho. Seguí acariciándolo lentamente y lo noté inspirar fuerte. Me agaché frente a él y puse una de mis manos en su mejilla para que me mirase. Tenía los ojos brillantes, como si hubiese estado mucho rato llorando.

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