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Capítulo 49: Simplemente pasan

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Capítulo 49: Simplemente pasan

Vega dormía a mi lado y, aunque no era la primera vez que lo hacía, sin duda se había convertido en la más especial, porque aquella vez marcaría el comienzo de muchas más. Su respiración pausada acompañaba mis latidos y, sin poder evitarlo, paseé las yemas de los dedos sobre sus piernas desnudas, como si no pudiese dejar de tocarla mi un momento. Porque había intentado dejarla dormir tras pasar la noche descubriéndola poco a poco. Encontrándonos roce a roce. Pero no podía. Necesitaba volver a sentir su cuerpo. Necesitaba sus manos aferrándose a mí y las mías clavadas en sus caderas. Necesitaba sentir cómo se deshacía entre mis manos, beberme sus gemidos. La necesitaba a ella. Es muy cierto eso que dicen de que la piel tiene memoria, porque a pesar de que ya había amanecido, todavía podía sentir su tacto sobre la mía. Porque ella me había hecho descubrir Madrid en sus labios. Había trazado el mapa de las calles sobre su cuerpo, y sus suspiros opacaron al completo los sonidos del exterior. Necesitaba convencerme de que era real porque ella era la única que me había hecho sentir más con una caricia que en todas las experiencias que había tenido en mi vida.

Me quedé mirándola un rato hasta que Vega se removió en la cama, despertando poco a poco. Mis manos rodeaban su cintura y, a su vez, ella tenía una de sus piernas enredada entre las mías. El flequillo le caía despeinado sobre los ojos y se lo aparté con cariño. Besé su mandíbula y ella abrió los ojos lentamente, intentando adaptarse a toda la luz que entraba por la ventana.

- Buenos días -susurró y me dio una pequeña sonrisa somnolienta.

Se desperezó, incorporándose en la cama, pero rápidamente volví a agarrarla y pegarla a mí. Le di un beso pequeño antes de susurrarle sobre la boca:

- Buenísimos.

Atrapé sus labios y ella se rio contra mi boca. Vega correspondió casi de inmediato a mi beso y yo metí las manos debajo de la camiseta que le había prestado para dormir. Tiré de su cuerpo hasta que la tuve sentada a horcajadas sobre mí sin romper el beso.

- No puedes seguir teniendo ganas -musitó entre risas ayudándome a sacarle la camiseta por la cabeza.

- Es tu culpa. -Besé su hombro desnudo y ella arqueó la espalda pegando su pecho al mío-. Además, me quedé con ganas de una cosa anoche.

Vega me miró levantando una ceja y dio un pequeño grito cuando, con un movimiento rápido, le di la vuelta sobre la cama y quedé sobre ella. La besé en la boca y repartí besos por su abdomen hasta llegar a su ombligo. Mis manos la fueron acariciando a la vez que mis besos bajaban por su cuerpo y mis dedos se enredaron en su ropa interior llevándomela conmigo. Levanté la vista hasta la suya y ella se tensó al adivinar mis intenciones. Sin apartar la mirada, bajé mi boca sobre ella y Vega dio un respingo cuando sintió el primer roce. Sujeté sus caderas con mis manos y ella hizo un puño en las sábanas con las suyas. La besé con la lengua hasta que la sentí temblar de nuevo, llevándome su sabor en mis labios.

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