Capítulo 1

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Abro los ojos y la luz que se filtra por la ventana lastima como si miles de reflectores se enfocaran hacia mí. Tardo un momento en procesar en dónde me encuentro y descubro que me quedé dormida, sin ponerme la pijama.

Ayer llegué a mi nuevo internado, cansada por un viaje largo y dediqué toda la tarde a organizar mi habitación; me sorprendió que fuera mucho más grande y bonita de lo que esperaba así que me di un espacio para acomodar mis cosas; supongo que el tiempo avanzó sin que yo me diera cuenta y me quedé dormida, ya entrada la noche.

No recuerdo ni siquiera el haber configurado mi alarma, seguramente por eso hay mucha luz...¡Un momento! Se supone que debería estar despierta desde las 7:30; ya son casi las 9:00 y yo sigo envuelta en mis sábanas, siendo más un bulto que persona. 

Demonios.

Por fin, mi cerebro logra procesar lo tarde que es y emite un impulso que me hace salir disparada de la cama; una vez que he dejado de ser un zombi más, me dirijo a tomar una ducha lo más rápido que puedo. Decido que es mejor no perder el tiempo, así que dejo mi cabello suelto para que, en el transcurso del día, se vaya secando; no es un gran problema ya que mi cabello no es para nada rebelde, es un poco ondulado pero nada del otro mundo.

Comienzo a vestirme con el uniforme y he de decir que me gustó mucho; se trata de un traje con falda, la cual me queda unos centímetros arriba de la rodilla; debo usar medias de color negro a juego con el uniforme, una camisa blanca y un corbatín color escarlata; todo muy elegante, debo decir. No recuerdo haber leído las normas respecto al maquillaje así que opto por rizar mis pestañas, delinear ligeramente mis ojos y pintar mis labios de un tono rosa no tan llamativo.

Por más que me esfuerzo por hacer todo en un tiempo récord, soy un poco lenta; aun así, creo que tengo el tiempo justo para llegar a clase. Como soy nueva, mi sentido de la ubicación no es el mejor en estos momentos; me maldigo mil veces por no haber revisado la guía que me entregaron junto con el reglamento.

Al llegar al edificio donde se encuentran las aulas, no puedo creer que existan tantos pasillos; definitivamente esté internado es un laberinto. Obviamente me pierdo entre tantas opciones de camino, por lo que no puedo evitar el llegar un minuto tarde a mi clase y el profesor no me permite el acceso, cerrándome la puerta en la cara; ¡todo por un minuto! No puedo creer que sean tan estrictos hasta en el primer día de clases.

Empezando con el pie izquierdo, debo ir a la sala de castigos para escribir un ensayo de la importancia de la puntualidad, cortesía del profesor Carrasco por culpa de ese maldito minuto de retraso. Después de cinco minutos buscando la sala, llego y elijo un sitio libre en un escritorio cercano a la ventana. Como es de esperarse, la sala está vacía; nadie es castigado el primer día, solo yo...

¡Vaya suerte!

Sin más lamentos, comienzo por escribir mi ensayo, esperando que éste sea el único castigo del día. Al menos, ya pude conocer un poco más el lugar y ahora sé cómo llegar a las aulas. Lo único que me da coraje es estar perdiendo el tiempo en un castigo tonto y no aprovechar las clases. La verdad es que siempre había querido estudiar aquí, es el internado más famoso y prestigioso del país. Mis padres viajan mucho por su trabajo, así que toda la vida he vivido en instituciones de este estilo, y no es, para nada, un martirio como suelen contar las historias, todo lo contrario.

Unos cuantos minutos han pasado y estoy por terminar mi ensayo; el tiempo siempre es un buen aliado, si te concentras lo necesario. De pronto, la puerta se abre y entran un chico y una chica; parece que están peleando por alguna razón que no logro descifrar, pero, por lo visto, no se han dado cuenta de que también me encuentro aquí.

Él parece preocupado o arrepentido por algo y casi podría decir que está a punto de llorar; por otro lado, ella da la impresión de que va a estallar de coraje. Se sientan en los escritorios cercanos a la puerta y yo agradezco su decisión, ya que parece que ella va a explotar en cualquier momento. El chico de inmediato toma una hoja y empieza a escribir algo a una velocidad impresionante; sin embargo, ella no tiene la misma disposición, ganándose una mirada de desaprobación por parte de su amigo.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora