Capítulo 22

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El "sí" todavía retumba en mi cabeza. 

No puedo describir con palabras la emoción que sentí después de escuchar su pregunta y por si creía que las cosas no podían ser más perfectas, el rostro de mi novia se llenó de tanta felicidad, que no necesitaba más que sus labios en ese momento.

Mi única reacción fue la de lanzarme a sus brazos con mis ojos inundados de lágrimas.

¡Sí!

Oficialmente, ¡soy la novia de Verónica Lugo!

Me siento la mujer más afortunada del mundo.

Apenas llevamos unos días con nuestra relación, y yo siento que cada vez la quiero más.

Lo sé, puedo sonar exagerada.

Pero Verónica es demasiado para mí. Es perfecta.

Ni siquiera quiero que lleguen las vacaciones, porque, aunque eso implicará estar aquí, posiblemente, sea sin ella.

Roberto no ha dejado de insistir sobre ir a su casa en vacaciones y la verdad no sé qué hacer al respecto. Por supuesto que no quiero estar sola, pero tampoco sé si quiero estar con ellos.

No me sentiría cómoda al ser parte de una perfecta escena familiar y, en el fondo, saber que nunca sabré cómo será vivirlo en carne propia.

Definitivamente no.

Eso de ir con él y los demás, no es una opción.

Avanzo por los pasillos del Edificio Central, el cual ya conozco casi de memoria, hasta que llego al lugar que he comenzado a visitar con más frecuencia, últimamente.

Toco un par de veces sobre la puerta de Verónica y la placa dorada, que se encuentra sobre ésta, salta a mi vista; sé que todos los días ha estado ahí, pero nunca le he vuelto a prestar la atención necesaria, hasta hoy; esta vez, la letra que ya había olvidado, atrae mis ojos cual imán.

"Verónica R. Lugo."

—Adelante.

La voz de Verónica desde adentro de su despacho, me obliga a retirar la vista de su placa, así que abro la puerta y entro.

—¿Cómo está la mujer más guapa de todo el internado y del mundo? —la saludo con un beso en la mejilla.

Hemos acordado que en su despacho y en cualquier lugar público del internado, debemos cuidarnos, así no haya nadie cerca.

—Pues guapa, eso es obvio —responde riendo.

—¿Siempre eres tan modesta? —pregunto provocándola.

Tomo asiento en uno de los sitios frente a su escritorio y comienzo a jugar con el filo de algunas hojas que están sobre la mesa.

—Siempre, pero a veces más —se burla.

Me encanta ver su sonrisa.

—Estaba pensando —la miro seria—, mi novia es perfecta y la quiero mucho, pero, aún no conozco su segundo nombre.

Se endereza en la silla y coloca sus manos sobre el escritorio, buscando un mejor apoyo.

—¿A qué viene esto ahora? —pregunta extrañada.

—Mm, digamos que leí tu placa y recordé que nunca lo mencionaste más. —Me encojo de hombros. —Soy tu novia, y creo que debo saberlo.

—¿Para poder molestarme después con ese nombre? —se desespera— Ni siquiera combina, cuando se incluye en mi nombre completo.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora