Capítulo 18

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En este momento, mis labios cobran vida propia y siento que mi cerebro no tiene oportunidad para recobrar la cordura.

Las manos de Verónica descienden hacia mis caderas y siento que sus pulgares ejercen una mayor presión sobre mi ropa. No puedo evitar que mis piernas comiencen a flaquear y ella, al notarlo intenta levantarme para ayudarme un poco.

Sin detener la armoniosa conjunción de nuestros labios, mis piernas se abrazan a su cuerpo y sus manos me sujetan con fuerza; cuando menos siento, me sienta sobre el piano y ella se mantiene cerca de mi cuerpo, justo en el espacio que está libre entre mis piernas; sin pensarlo, la atraigo hacia mí, buscando un mayor contacto.

Mi piel quema.

Necesito más.

Deslizo mi boca a lo largo de su mandíbula hasta llegar al lóbulo de su oreja; mis dientes se aferran a éste y un suspiro escapa de sus labios invitándome a ir más allá. Me separo con la intención de atacar su cuello, pero sus manos me frenan tomándome por las mejillas y sus labios capturan los míos en un beso más intenso; mi lengua solicita acceso a su boca y comenzamos una lucha por saber quién manda.

Sus manos acarician mi cuello hasta tomar mis hombros y descender con paciencia a lo largo de mi espalda, la cual se yergue con cada toque; su gesto se repite, pero ahora en ascenso y las sensaciones me provocan un volcán de sensaciones que hace erupción en forma de gemido.

Verónica detiene el beso y nuestras respiraciones hacen eco por todo el salón.

—No podemos —su voz se escucha ronca.

¡Maldita sea! Es tan sensual.

Mis manos atrapan su cintura antes de que se aleje y la atraigo hacia mí para darle un beso más.

—Debemos irnos. —Coloca sus manos en mis hombros y estira sus brazos para mantener su distancia. —Si no volvemos a la fiesta, pueden sospechar.

Estoy segura de que más de una persona se ha escapado de esa fiesta, para buscar otro tipo de celebración, y no somos la únicas. Además, entre tanta gente, es imposible que se percaten de nuestra ausencia.

Bajo del piano resignada al ver que ella se aleja.

—¿Te gustó la sorpresa?

—¿Tu qué crees? —pregunta después de darme un fugaz beso en los labios.

—No lo sé.

—¿Esto no te muestra que me gustó?

Se acerca para abrazarme y juro que creo estar en un sueño.

—Creo que sí —sonrío—; entonces, ¿cuál es tu respuesta?

—Te acabo de decir que me gustó —responde contrariada mientras nos separamos.

—Me refiero a la canción, ¿qué opinas? —pregunto y sus ojos se iluminan— ¿aceptas?

—Intentémoslo.

Sin pensarlo, ni un segundo, me lanzo a sus brazos nuevamente y lleno su rostro de pequeños besos en un ataque de emociones.

—No quisiera que esta noche terminara nunca —confieso—; odio la idea de tener que separarme de ti para ir a dormir.

—Ha sido un día muy largo y también debemos descansar.

Bajamos las escaleras para poder regresar a la fiesta y un impulso me obliga a detenerla.

—Duerme conmigo —pido mientras tomo su mano.

—Sofía, sabes que no podemos ir tan rápido —su mano se separa de la mía y acaricia mi rostro—. Sigues siendo menor de edad.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora