Capítulo 6

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Decir que estoy en shock, es poco. En este momento mi cerebro parece estar en pausa; por más que mis neuronas están en una carrera a toda velocidad para lograr reaccionar a la insinuación de la loca de Lugo, no logro descifrar qué rayos haré. Puedo sentir como cada neurona empieza a fundirse por tanto esfuerzo y yo sigo en blanco.

¿Quiere que comience a quitarme la ropa?

Eso es demasiado para mí. Hace unos minutos me encontraba riendo y ahora estoy como gelatina humana, temblando y sin poder reaccionar. Todo por culpa de esta mujer que me impone tanto.

¿Quién se cree?

—¡Vete al carajo! —grito como única respuesta coherente.

A pesar de darse cuenta de mi enojo, mantiene su sonrisa; creo que esta situación tan incomoda, ella la encuentra divertida. Mi rostro está a dos segundos de explotar por el enojo; puedo jurar que hasta me tiembla un párpado y es completamente notorio porque ella suelta una carcajada y entonces lo confirmo, soy un chiste para a ella.

—No le encuentro gracia —Me mantengo firme—. Podría denunciarte por acoso.

—¿No piensa obedecerme señorita Ibarrola? —no puede ocultar su risa tras decir eso, ¿se está burlando de mí?

Es una estúpida y más estúpida soy yo, por no ponerla en su lugar.

—Mira, yo no sé qué tipo de persona crees que soy; pero, te equivocas si piensas que voy a satisfacer tu estúpida petición—mi voz está llena de coraje.

Ella no puede más y se pierde por completo en un ataque de risa; sus carcajadas retumban por todo el despacho, hasta que un par de lágrimas se asoman y se ve necesitada de aire.

—¡Deberías haber visto tu cara! —me dice entre risas.

—¿Qué?

—¡Fue una broma! —aclara— Al menos lo último.

—¿Una broma? No me hizo ninguna gracia. —me cruzo de brazos.

—A mí sí...

—¿A caso vas por la vida haciendo este tipo de bromas a tus alumnas?

—No —niega intentando recuperar la cordura—; pero tú te entregaste como cordero al lobo feroz.

—¿Perdón? —intento pedir una explicación.

—Verás, yo únicamente te pedí que te quitaras el saco para poder estar más cómoda y evitar que se maltrate o ensucie — comienza a explicar calmada.

—Eso no fue lo que pareció.

—No sé qué fue lo que tu mente entendió o el motivo por el cuál malinterpretaste las cosas. —Inclina su cabeza y me escruta con la mirada. —¿Me crees capaz de pedirte que te desnudes frente a mí? —pregunta incrédula y mi silencio sólo le brinda una respuesta afirmativa— Por Dios, al darme cuenta de que pensabas eso, no hice más que continuar con el juego mental que tú misma habías creado —sonríe—. Eso sí que fue divertido.

—Entonces... —me quedo sin palabras.

De repente, siento como si una cubeta de agua helada me cayera encima. Pero claro, ella nunca insinuó nada en un inicio; mis nervios me traicionaron y fui yo la que comenzó a reaccionar extraño.

Si tan solo le hubiera preguntado para qué quería que me quitara el saco, nos hubiéramos evitado esta escena.

—Como dicen: "El que en pan piensa..."

Demonios.

—Yo...

—Bueno, señorita Ibarrola —me interrumpe—, después de esta breve pausa. —Inhala profundamente. —Déjeme decirle que, está usted castigada.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora