Las semanas han pasado y no puedo creer que mi vida haya cambiado tanto. Sé que no soy la misma persona que ingresó al internado hace algunos meses, y me alegra saber que ahora estoy mil veces mejor.
Mis padres han hablado conmigo recientemente y sus giras siguen como siempre; justo ahora se encuentran en el otro lado del mundo.
No sé qué pensarían ellos sobre mi extraña relación con Verónica. Tampoco es como si se los quisiera contar, ni nada, solo me pongo a pensar en qué opinarían al verme feliz; de todos modos, prefiero mantenerlos al margen de mi vida, como hasta ahora y como siempre lo han estado.
No me quejo, pero los extraño, y aun más ahora que dijeron que, como años anteriores, las vacaciones de invierno las debo pasar en el internado, lejos de ellos porque tienen trabajo. Son mis padres, lo sé, pero a veces parecen solamente un par de extraños.
Estoy por entrar a clase y soy la persona más feliz de todos mis compañeros, porque, casualmente, sigue literatura.
—Hola Sof.
Roberto aparece en mi camino y me frena antes de entrar al aula.
—Hola.
—Oye, ¿irás a tu casa para vacaciones? —pregunta tímidamente.
—Aún no lo sé —miento—; mis padres no me han dicho nada.
No pretendo ponerme melancólica al explicarle que llevo más navidades, de las que se imagina, pasándola sin ellos.
—Oh ya veo —sonríe de lado y la expresión de su rostro se torna un poco triste.
—¿Por qué la pregunta?
—Mi mamá decidió organizar una gran cena y fiesta navideña —explica emocionado—; ya sabes, lo típico —ojalá lo supiera—. Me dijo que puedo invitar a mis amigos, así que por eso te preguntaba.
—Ah...
—Ya le he dicho a Marisol y a Eduardo —continúa hablando—, así que pedirán permiso a sus padres. Si tú quieres, y puedes, estás cordialmente invitada.
—Muchas gracias Robert, lo tendré presente.
—Claro, si tu respuesta es afirmativa, no te preocupes por nada —me asegura—; solo necesitarías el permiso de tus padres y mi mamá se encargará de firmar la carta responsiva para tu salida.
—Claro, gracias —respondo a pesar de no comprender los trámites y permisos de los que habla.
—Nos vemos más tarde.
Se aleja justo después de que suena el timbre, el cual nos indica que las clases están por comenzar, y yo entro al aula, en espera de la dueña de mis suspiros.
Sus tacones resuenan por el pasillo y mi corazón se acelera, como todos los días que la veo.
—Buenos días —saluda al entrar y su voz hace eco en el aula.
Todos le responden y ella ni siquiera se molesta en voltear a vernos. Deja su bolso en el escritorio y comienza su clase sin ninguna distracción.
Después de realizar algunos ejercicios y lecturas, saca una carpeta de su bolso y su rostro se pone serio.
—Jóvenes, les entregaré sus ensayos ya calificados —su vista recorre rostro por rostro y cuando es mi turno, sus ojos se desvían de inmediato, sin ninguna emoción—. Debo decir que no estoy contenta con su desempeño, en general.
Me encojo en mi silla y agacho la mirada; sabía que tenía que dedicarle más tiempo a eso, pero es imposible si se trata de decidir entre hacer mis tareas o pasar mi tarde a su lado.
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¡Qué ironía!
RomanceSofía ingresa a un nuevo internado y ahí conocerá a Verónica Lugo, con un carácter muy particular. La percepción que tiene de ella se ve influenciada por un misterioso suceso que ocurrió en el pasado. ¿Será odio a primera vista? ¿Amor? ¿La situació...