Capítulo 15

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El primer contacto con sus labios, me hace divagar por un limbo desconocido para mí; jamás había sentido la sensación de ser invencible, con tan solo un beso. Podría morir ahora, podría dejar de controlar mi cuerpo y liberar mis emociones para que hablen por mí.

Nuestro beso es cálido, disfruto saborear cada caricia entre nuestros labios y embriagarme con su aliento. Comienza suave, con apenas algunos roces, explorando nuestras bocas, conociendo su sabor.

Escucho su respiración y se vuelve pesada, marcando un nuevo ritmo para la danza extraña que mantiene unidos sus labios con los míos. El beso se vuelve voraz y mi mano abandona su mejilla para colarse entre su nuca y hundir mis dedos en su cabello.

Un suspiro traicionero se me escapa y la magia se rompe; Verónica frena el beso y abre sus ojos como platos ante mi reacción. Mis hombros, y mi pecho, suben y bajan en señal de lucha contra mis pulmones que quieren explotar.

Se aleja un poco, y yo no sé si salir huyendo o rendirme a sus pies, implorando que haga de mí lo que quiera.

—Discúlpame. —Me incorporo en el Sofá manteniendo una distancia prudente. —Me deje llevar; lo siento.

Sé que no le debo disculpas, pues ella respondió al beso; sin embargo, es lo primero que se me ocurre decir.

—Sofía, esto está mal; está muy mal.

Se dirige hacia un mueble, abriendo sus cajones en busca de algo, pero los cierra de golpe, mostrando su frustración al no encontrar lo que desea.

—Yo no diría eso —respondo mientras ella sigue en un recorrido desesperado por todos los muebles de la habitación.

—¿No? Nada es correcto; eres menor de edad, soy tu profesora, estamos justo donde no deberíamos de estar —explica—; no solo se trata de romper las reglas Sofía, también es ilegal.

—No lo será por mucho. He perdido años escolares por culpa del trabajo de mis padres, así que el siguiente año cumplo 18.

—¿Y con eso pretendes que todo esté bien?

Sus manos tiemblan cuando saca un cigarrillo de una cajetilla, que por fin encontró, y lo coloca entre sus labios.

Esos que hace un minuto eran completamente míos.

—No sé qué es lo que te preocupa tanto —comento mientras enciende el cigarrillo.

—Todo —exhala el humo—. Estamos dentro del internado; soy mucho mayor que tú y...

—No lo eres —la interrumpo—, al menos no tanto. Tampoco es como si fueras mi madre.

—¡Te llevo casi diez años! —reclama gritando— Es mucha la diferencia Sofía. —Abre un poco la ventana para ventilar la habitación. —Sé, perfectamente bien, cómo acaban estas historias.

—Acabará como nosotras deseemos que acabe.

—Los cuentos de hadas no existen.

—Y yo no te estoy pidiendo uno —me armo de valor—; yo quiero una historia real, donde tal vez no todo sea perfecto —admito—, pero al menos se luche por la felicidad.

—¿Cómo pretendes luchar cuando todo está en contra? —su enojo comienza a hacerse presente.

—No seas pesimista —pido—, por favor.

—Es que no encuentro motivo alguno para pensar diferente.

—Si ese es el problema, permíteme demostrártelo con hechos. —Me acerco a ella y tomo su mano. —Déjame mostrarte más de un motivo para intentarlo.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora