Capítulo 2

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Al llegar al aula, encuentro un lugar cerca de la ventana y cerca del escritorio; no me agrada mucho la idea de estar al frente, pero mi vista no es la mejor, así que prefiero no sufrir al intentar ver el pizarrón. El aula permanece en un silencio sepulcral y creo que todos estamos al pendiente de quién será nuestra profesora.

Segundos después, vemos entrar a una mujer algo mayor, muy mayor, a decir verdad. En su cabello predominan los tonos grises, y las líneas de expresión en su rostro, me hacen pensar en que necesita jubilarse. Su cabello despeinado demuestra que no es de las mujeres que se la pasan horas frente al espejo, o tal vez solo se le hizo un poco tarde. Sin embargo, su aspecto queda en segundo plano en cuanto descubro su cálida sonrisa llena de un amor familiar indudable, la cual, mezclada con su mirada color miel, inspira confianza.

Muchos compañeros le dedican alguna sonrisa o un gesto en forma de saludo; supongo que ya se conocen de años anteriores o de alguna otra materia. La mayoría parece tenerle cariño.

—¡Vaya! —sonríe—. Creo que ya pudieron respirar —menciona provocando algunas risas—; hubieran visto la cara de susto que tenían —dice entre risas—. ¿Esperaban tener el curso con la profesora Lugo? —Cruza los brazos en un intento de mostrar seriedad. —No soy tan cruel para permitirlo.

Las risas, esta vez, no se limitan e inundan el aula.

—Para los que no me conozcan, mi nombre es Lucia Sandoval. —Escribe su nombre en el pizarrón. —Puede que no sea la profesora Lugo, pero, eso no significa que no vayan a trabajar duro en esta clase. ¿De acuerdo?

Todos asentimos con la cabeza y ella sonríe como respuesta.

La profesora Sandoval es tan amable como parece, además sus conocimientos son impresionantes. Se le nota una gran actitud al enseñar, nos explica el temario con claridad y responde las dudas que van surgiendo sin ningún inconveniente.

Después de literatura, me dirijo hacia el aula de química, donde el tiempo avanza muy rápido; no sé si es porque el profesor es muy ameno o si es porque me agrada la asignatura; pero, los minutos parecen segundos. Al terminar la clase, volteo hacia la puerta y me doy cuenta de que Roberto y Marisol ya se encuentran esperándome afuera.

—Hola Sofía —me saluda Marisol—. ¿Cómo te fue en tus clases?

—Muy bien; no me quejo. Mi maestra de literatura es un amor. 

Exagero mi gesto con el afán de molestarlos ya que la profesora Lugo debe ser todo lo opuesto.

—Tal como nuestra profesora —responde Roberto sarcásticamente—. Por cierto, él es Eduardo — comenta señalando a un chico que está a su lado.

—Un placer —responde el pelirrojo; es alto y realmente guapo; sus ojos verdes son tan intensos que me recuerdan por un momento a los de...

—¿Tú eres...?

Volteo a ver a Marisol, quien parece evitar mi mirada y observa sus uñas como si fueran lo más importante en estos momentos. Pero, al darse cuenta de que no aparto la mirada, una sonrisa parece en su rostro.

—Ok, ok. Lo descubriste, es mi mellizo— admite acercándose a mí para decirme algo al oído—; pero, no le digas a nadie porque me avergüenzo de este niño feo.

Obviamente eso no fue un susurro y todos lo escuchamos perfectamente, dejando escapar muchas carcajadas.

—También te quiero hermanita —se burla sarcástico el pelirrojo—; pero, deberías respetar a tu hermano favorito.

—Deja de lucirte —enfatiza la última palabra.

—¡Deja de ser tan hostil!

—Bueno, basta. No comiencen a pelear que a nadie le interesa que se maten a la mitad del pasillo —interrumpe Roberto—. Definitivamente Sofía ya tendrá una mala impresión de ustedes dos.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora