Siento que mis ilusiones se cuelan entre mis dedos y se me escapan de las manos. No logro decir nada, pero tomo la mano de Marisol y la llevo conmigo alejándonos de esa maldita puerta. Me convenzo de que debo contener mis emociones en este momento, pero la sonrisa triunfal de Marisol no ayuda mucho.¡¿Qué carajos está pasando allá adentro?!
Serpenteamos entre las escaleras y los pasillos intentando encontrar, lo más rápido posible, la salida.
—Lo vez Sofía, ¡te lo dije! —celebra Marisol una vez estamos fuera.
—Sí, sí —acepto desganada—, ganaste por esta vez.
—¿Ahora me crees? —asiento ante su insistencia— No estoy loca Sofía, sé que ellas llevan así, desde hace años.
El resto del camino lo hacemos en silencio. No porque ella no desee hablar más, sino porque me he cansado de responder. No necesito más palabras que terminen de ponerme en contra de Verónica.
Se que tal vez la verdad se interpuso ante mis ojos esta noche, pero aún no quiero desbordarme.
—Te veo mañana —me despido de Marisol cuando entro a mi habitación y le cierro la puerta en la cara.
Una vez adentro siento cómo mis ojos comienzan a arder y un sinfín de lágrimas inundan mis mejillas.
¿En qué estaba pensando?
¿De verdad pude creer que una persona como Verónica arriesgaría tanto por una niña como yo?
¿Dejar todo por mí?
¿Cambiar a alguien como Nancy por alguien tan simple como yo?
Me lanzó sobre la cama y esas preguntas dan vueltas en mi cerebro hasta que me fastidio por la poca confianza que me tengo y me hundo en una almohada, ahogando mi llanto.
¡Soy una estúpida!
No recuerdo cuando fue la última vez que lloré tanto; no recuerdo ni siquiera haber llorado así. Dejo que mis emociones y frustraciones salgan sin límite y no sé en qué momento me quedo dormida.
Despierto con la luz del sol y hay mucha más de la normal. ¿Qué hora es? Tomo mi celular y es demasiado tarde; me quedé dormida. Es inútil que me apuré, pues no podré llegar a mi primera clase.
Me siento peor que la vez que desperté después de haber bebido con Marisol y descubro que, a veces, las peores resacas no las causa el alcohol.
Decido no ir a clase; no tengo ganas y, además, no quiero ver a Verónica; no todavía. Me refugio en mi habitación; sé que en algún otro lado podría encontrármela. Por mis amigos no hay problema, ellos siempre piensan que me la vivo estudiando en la biblioteca.
Un tímido golpeteo en la puerta, me asusta; me quedo quieta intentando no hacer ruido alguno.
—¿Sofía? —es Andrea quien está detrás de la puerta; repite los golpes esperando que yo abra— ¿Estás ahí? Solo venía a ver cómo estabas.
¿Qué esperaba? ¿Que Verónica viniera hasta mi habitación? Eso es imposible.
Mi silencio, hace pensar a Andrea que no me encuentro aquí, así que espera solo unos segundos más y se marcha.
Seguramente la mandó Verónica a averiguar el motivo de no verme en clase; pero, ¿por qué ella no me buscó?
Al llegar la tarde, recuerdo que tengo clase de piano y, aunque en otro momento hubiera saltado de felicidad, ahora me siento contrariada.
Me arreglo un poco, intentando ocultar el desastre de rostro; no cambio mucho, pero al menos logro disimular la hinchazón de mis párpados.
Sin pensarlo más, y antes de arrepentirme, me dirijo al edificio de Bellas Artes; cada uno de mis pasos pesa como si trajera cemento en los zapatos; sin embargo, una sonrisa disfraza mi expresión.
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¡Qué ironía!
RomanceSofía ingresa a un nuevo internado y ahí conocerá a Verónica Lugo, con un carácter muy particular. La percepción que tiene de ella se ve influenciada por un misterioso suceso que ocurrió en el pasado. ¿Será odio a primera vista? ¿Amor? ¿La situació...