Capítulo 20

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Nuestra cena ha transcurrido en total tranquilidad. Jamás pensé que Verónica pudiera comerse media pizza; pero, como dice: "ser ella, debe tener sus ventajas", incluso para tener ese cuerpo perfecto.

Es la segunda vez que me miro en el espejo del baño y no logro ocultar mi cara de pánico, humedezco mis manos y las llevo hacia mi cuello para eliminar la sensación de náuseas que me provoca el suspenso.

Solo vine a ponerme la pijama, pero creo que ya me tardé más de lo necesario; Me cambio rápidamente de ropa para no hacer esperar a Verónica y, en el proceso, descubro que las reacciones involuntarias de mi cuerpo me están traicionando.

Salgo de prisa y me doy cuenta de que Verónica ya está lista. Al igual que yo, lleva unos shorts algo cortos y una camiseta desgastada; tiene un aspecto relajado y se ve endemoniadamente hermosa.

Se encuentra de pie frente al tocador, eliminando cualquier rastro de maquillaje en su rostro; no tengo dudas, se ve mucho más guapa al natural. Se percata de mi presencia a través del reflejo que le proporciona el espejo y sonríe.

—Puedes elegir el lado de la cama que desees —me indica mientras gira hacia mí y señala la cama con su mirada.

—¿De qué lado duermes tú?

—Eso da igual. —Da un par de pasos para acercarse. —Esta noche cualquier lado será mi preferido, si en el otro te encuentras tú.

Mi sonrisa se hace presente con tan solo escuchar sus palabras.

Nos acostamos sin discutir sobre qué lado desea cada quien y apenas toco las sábanas, una suavidad extrema me invade. Es delicioso estar aquí, otra vez.

Un completo silencio se instaura entre nosotras y, estoy tan nerviosa que, mi corazón late a una velocidad extremadamente rápida; respiro profundo y me giro hacia Verónica, quien sonríe ante mi actitud.

Una de sus manos se dirige hacia mí pecho, y se coloca debajo de mí clavícula, apenas por encima de mi pecho intentando no tocar más abajo.

—¿Sientes? —pregunto refiriéndome a mis latidos y ella asiente— Lamento ser tan boba y estar echa una bola de nervios.

—No tienes que disculparte por algo de lo que no eres culpable—responde con la voz entrecortada—; yo estoy igual —termina por decir en un susurro.

La misma mano que tenía sobre mi pecho toma la mía para llevarla, ahora hacia ella, justo al mismo lugar; puedo sentir el calor de su cuerpo a través de su camiseta y el latido de su corazón, que bombea sangre, tan rápido como el mío.

Disfruto dejando mi mano ahí, y me enfoco en ver cómo se eleva al compás de su respiración. En un impulso, mi palma se desliza un centímetro hacia abajo; pero, me freno al notar que su respiración se interrumpe.

El deseo se apodera de mí y suspiro frustrada por no poder hacer más.

—Bésame —le pido.

Escucho cómo Verónica suelta el aire que había retenido y se acerca lentamente a mí y da inicio un beso algo torpe por el nerviosismo, pero poco a poco va tomando un mejor ritmo; no hay prisas, solamente hay deseos ocultos detrás de cada suspiro.

Mi mano, que hasta este momento se había mantenido palpando su corazón, desciende hasta su cintura buscando un agarre que me permita acercarme aún más a ella.

Decido tomar las riendas y vuelvo al beso un poco más voraz. Mi cuerpo se rebela contra mi razón y mis piernas comienzan un movimiento propio, entrelazándose con las de Verónica.

Muero.

La suavidad de su piel contra la mía, provoca un gemido que, se ve ahogado inmediatamente por sus labios. Mi pierna se desliza hacia arriba pero Verónica rápidamente la atrapa entre las suyas evitando que vaya más allá.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora