Los días han pasado y todo es increíble. A pesar de que las tormentas han cesado y ya no es necesario utilizar esa excusa para dormir al lado de Verónica, continuamos con esa rutina; cada noche, las bajas temperaturas son el motivo perfecto para dormir abrazadas.
Definitivamente, no quiero que se terminen las vacaciones y no quiero volver al internado; no si eso implica estar lejos de la mujer perfecta.
Hoy es navidad y he de reconocer que jamás imaginé que despertaría con tanto entusiasmo como lo hago ahora; aunque le insistí a Verónica que no es necesario un regalo, porque yo quedaría en desventaja, ella dijo que el regalo sería para ambas.
Desayunamos en la cama y vimos algunas películas, sin salir de la habitación, para evitar que yo descubriera la sorpresa que se encuentra bajo el árbol. Así que, estoy sentada en la cama, esperando ansiosa a que Verónica salga de tomar un baño.
Después de lo que para mí parecieron siglos, por fin, bajamos.
—¡Espera! —Verónica me detiene por los hombros y coloca sus manos sobre mi cara para cubrir mis ojos.
—¿Por qué haces eso?
—Para evitar que estés de curiosa —me regaña—; dijimos que los regalos los abriríamos hasta la tarde.
Mis brazos se extienden y mis manos comienzan a menearse sobre el aire, intentando buscar algún obstáculo que pueda atentar contra mi equilibrio. Avanzamos poco a poco hasta que escucho el clic de la puerta.
—¿No me vas a dejar mirar? —pregunto aún a ciegas.
—No, porque iremos a dar un paseo primero.
—Hace frío —me quejo después de que libera mi vista.
—Eres muy aburrida.
Se dirige hacia el auto y presiona un botón en el mando de las llaves para desactivar la alarma y abrir los seguros.
—¿A dónde iremos? —Abro la puerta a la par de ella e ingresamos al auto.
—Iremos a comprar la segunda parte del regalo. —Abrocha su cinturón de seguridad. —No lo quise pedir por internet, porque tengo ganas de cambiar de aire
—Está bien —respondo imitando sus acciones—. ¿Entonces el regalo es doble?
—Digamos que, como la señorita Sofía —comienza a burlarse— no quiso un regalo en especial, será algo que nos servirá para año nuevo y también para hoy.
—¿Siempre eres tan misteriosa?
—¿Siempre eres tan aburrida?
Nuestras carcajadas saltan a la luz y el ambiente, como todos los días, se hace ameno. Llegamos a una tienda de vinos y licores y Verónica me pide que espere en el auto; no hace falta que me diga que es por ser menor de edad y porque desconfiarían acerca del verdadero motivo de la compra.
Minutos más tarde la puerta del auto se abre y Verónica entra con una bolsa; el tintineo del vidrio me hace saber que lleva más de una botella ahí dentro.
—¿Me quiere emborrachar, profesora?
—Eso y más. —Arquea una ceja. —Pero me conformo con que el alcohol ayude a que te rías de la vida y dejes de estar de aburrida todo el tiempo.
—Entonces es un sí.
—No te emociones—detiene la broma—; no te voy a emborrachar, son solo para brindar. Tienes prohibido el alcohol hasta que sepas moderarte.
—¿Cómo pretendes que aprenda a moderarme si no bebo? —finjo inocencia.
—Por eso, sólo serán algunas copas para ti, dos como máximo—sentencia—. Debes comenzar poco a poco.
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¡Qué ironía!
RomanceSofía ingresa a un nuevo internado y ahí conocerá a Verónica Lugo, con un carácter muy particular. La percepción que tiene de ella se ve influenciada por un misterioso suceso que ocurrió en el pasado. ¿Será odio a primera vista? ¿Amor? ¿La situació...