Capítulo 25

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El tiempo es relativo, y sé que, si me hubiera quedado en el internado durante las vacaciones, se me habría hecho eterno. En cambio, no sé en qué momento pasaron tantos días.

Estamos de vuelta.

Sin duda, fueron las mejores vacaciones de mi vida; nunca voy a olvidar esa noche que, se convirtió en la mejor manera de iniciar el año. Tantas sensaciones y emociones salieron a flote una y otra vez en los días siguientes; aprendí de Verónica y ella, a su vez de mí; no estaba dispuesta a dejarla salir de la cama; simplemente no podía, y estoy segura que ella tampoco podía. Así que aprovechamos los últimos días y esa habitación se volvió, el perfecto refugio para nuestras entregas.

Decidimos regresar antes al internado, para evitar miradas curiosas; fue la mejor decisión, ya que todos llegaron justo ayer, un día antes de iniciar las clases nuevamente.

Estamos en receso y por todos lados se escuchan miles de pláticas acerca de las increíbles aventuras que se vivieron durante las vacaciones. Ojalá yo pudiera contar lo feliz que me siento; sin embargo, solo sonrío y continúo escuchando la emotiva plática de Roberto.

—Y por eso decidimos traerte esto —termina su explicación ofreciéndome un pequeño regalo.

—Esperemos que te guste —interviene Eduardo en cuanto lo tomo—; lo elegimos entre todos, sabemos que te gusta leer.

—Ya tenemos dos ñoños aquí —menciona Marisol mientras me abraza por los hombros y hace lo mismo con Roberto.

—¡Qué graciosa! —mi sarcasmo se nota a kilómetros.

Eduardo y Roberto se alejan un poco para jugar a lanzarse una pequeña pelota, mientras Marisol se sienta a mi lado.

Intento abrir mi regalo sin rasgar el papel, así que me concentro en despegar la cinta adhesiva con la ayuda de mis uñas, quitando poco a poco el pegamento. Estoy tan concentrada en ello que ignoro el hecho de que Marisol se ha quedado mirándome fijamente.

—Es bonita tu pulsera —dice señalando mi muñeca derecha.

—Gracias —me limito a decir.

Festejo internamente por haber logrado despegar la cinta; comienzo a desenvolver el papel y descubro algunos libros. Son clásicos de la literatura, pero con pasta gruesa y de ediciones especiales.

Son geniales.

—¿Fue un regalo también? —Marisol rompe mi concentración hacia los libros, insistiendo con el asunto de la pulsera.

—Ya la tenía —respondo esperando que deje de molestar—; seguramente no la habías visto porque la tenía guardada.

Después de escuchar mi excusa, parece quedarse más tranquila. No insiste más y sólo se queda mirando mi asombro al hojear los libros.

Amo el olor que desprenden.

—¿Y entonces qué hiciste durante tus aburridas vacaciones? —pregunta después de un momento.

De aburridas no tuvieron nada.

—Nada, solo esperar a que terminarán —intento convencerla con un tono de voz indiferente.

—¿Por qué tus padres no te dieron el permiso?

—No lo sé —invento una excusa—, asuntos de adultos que no comprendo.

—Claro —responde no muy convencida—. Las que parece que se la pasaron de maravilla son esas dos.

Levanta su cabeza con la intención de señalarme a alguien e invitarme a mirar en esa dirección. Sigo el recorrido que hace su mirada y veo que se refiere a Verónica y a la directora. Ambas van platicando y muy sonrientes; se concentran solo en ellas y pareciera que, el mundo a su alrededor no existe.

¡Qué ironía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora