Comienzo a sospechar que, el internado tiene alguna maldición respecto a las personas que desean aventarse de las alturas. Debería considerarse un récord el que, hasta ahora, tres personas lo hayan hecho.
No imagino el trauma que todo esto ha provocado en los estudiantes que ya han presenciado las dos ocasiones en las que, esto ha sucedido.
Tan sólo para mí, ha sido difícil reponerme de aquella escena tan triste.
A pesar de que los días han pasado, todavía despierto algunas noches, sudando y alterada por culpa de mis pesadillas. No puedo evitar soñar con los cuerpos de Eduardo y Marisol estrellándose contra las jardineras.
Es horrible.
Lo único bueno que se obtuvo de todo ese espectáculo, fue la carta que dejó Alma. Verónica la recogió de inmediato y para este entonces, ya está hecha cenizas; pero, al menos, pudo comprobar por ella misma que las palabras que se dijeron los mellizos, fueron ciertas.
Alma estuvo con ambos, inició con Eduardo y después su obsesión por él, la hizo pensar en la posibilidad de que Marisol era una versión más, de lo que tanto deseaba.
¿Quién lo diría?
Eduardo escondió tan bien el secreto, que jamás lo imaginé capaz de algo así. Él nunca la quiso y al final la culpa, por enamorarse, fue de Alma.
Sin duda, Roberto aún no logra entender cómo fue que todo esto pasó sin que se diera cuenta. Lo único que sabía, al igual que todos, era la versión de Marisol. Ahora, nuestra amistad se ha fortalecido y es que, de repente, la ausencia de los mellizos nos llegó de golpe y nuestro grupo de amigos ha quedado reducido a sólo él y yo.
Nunca se sabe cuánto se puede extrañar a alguien, hasta que ese alguien, ya no está. Tal vez, es ilógico decir que extrañamos sus peleas; pero lo hacemos. Aunque claro, a Eduardo no lo echamos de menos como a Marisol, definitivamente.
Sin embargo, poco a poco, Roberto y yo hemos avanzado y nos hemos vuelto más unidos. Incluso, ya tenemos las opciones para elegir universidad y estamos muy contentos porque nos queda muy poco para graduarnos.
¡Qué rápido se pasa el tiempo!
Mi etapa en este internado está por terminar y yo, cada día estoy más nerviosa.
—¿Sofía? —la voz de Nancy me trae de vuelta a la realidad— ¿Sigues aquí con nosotras?
—Sí. Lo siento.
Ahora, Verónica y yo pasamos mucho tiempo en el despacho de Nancy, haciéndonos compañía. Supongo que ella necesita a alguien para que el vacío que Andrea dejó no le pese tanto y, a su vez, Verónica necesita de su amiga para superar el trago amargo que insiste en no querer irse de su vida.
Hasta ahora.
Por su parte, Nancy y yo, ya hasta nos tratamos como si fuéramos buenas amigas y hay veces, como hoy, que disfrutamos de estar platicando en nuestros ratos libres.
—Últimamente, Sofía vive más en sus sueños que en la tierra, que no te extrañe verla tan distraída—Verónica le explica a Nancy.
—Me doy cuenta; de repente, nos deja de escuchar por completo —responde dándole la razón y vuelve su atención hacia mí—. ¿Dónde estabas Sofía? Te quedaste perdida en tus pensamientos.
—Me distraje —termino por aceptar.
—¿Estás dándole vueltas al mismo asunto de siempre? —pregunta Verónica acariciando mi mano.
—Sí —acepto avergonzada—, lo siento.
—Sofía, tranquila —Nancy intenta hablar con todo el cariño posible—. Sabemos que fue algo impactante, pero debes dejar de pensar tanto en ello, para poder superar esa trágica escena.
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¡Qué ironía!
RomanceSofía ingresa a un nuevo internado y ahí conocerá a Verónica Lugo, con un carácter muy particular. La percepción que tiene de ella se ve influenciada por un misterioso suceso que ocurrió en el pasado. ¿Será odio a primera vista? ¿Amor? ¿La situació...