capítulo 3.

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31/Mayo/2021.
Mónaco, Monte-Carlo.

Observar a Anne dormida probablemente es una de mis cosas favoritas en esta tierra, y más cuando tengo unos brazos enredados en mi cintura, con mi espalda pegada al pecho de Charles y con su respiración tranquila en mi nuca.

Mi pequeña tiene los labios entreabiertos y con toda la tranquilidad del mundo deja salir suspiros placenteros en señal de que está teniendo un buen sueño.

Todo lo contrario a mi que apenas y he podido dormir unos 40 minutos. Observo el reloj que está sobre mi mesa de noche que indica las 5:53 am. y con cuidado de no despertar a Charles, ni molestar a mi bebé me pongo de pie.

Diviso mi cajetilla de cigarros que esta sobre mi tocador y maldigo cuando me tropiezo con la esquina de la cama pegándome en mi dedo chiquito.

Cabrón.

Me muerdo el labio inferior con fuerza reteniendo la palabrota en mis labios y cuando tengo en mis manos lo que quiero abro con cuidado el balcón de nuestra habitación para poder salir a tomar aire. Ruedo los ojos molesta al darme cuenta de que solo estoy con una blusa de tirantes y bragas y la brisa helada mañanera de Mónaco no está siendo muy gentil hoy.

De igual manera me quedo donde estoy y enciendo el cigarrillo dándole una profunda calada dejando que la nicotina llene mis pulmones por unos segundos.

Mi mente traicionera se regresa de inmediato a la conversación que tuve la semana pasada con la madre de Carlos, el gran premio de Azerbaiyán está a la vuelta de la esquina y me estoy cansando de tanto pensar en si es correcto o no ir.

Joder.

Se que solo es cuestión de tiempo en qué Carlos lo sepa.

Vuelvo a darle una larga calada al cigarrillo y me apoyo en el barandal cuando el pensamiento se me vuelve a nublar.

-Sabes que no puedes ocultarlo siempre Lea-

La voz de Reyes resuena nuevamente, no tarde más de dos segundos en ponerme de pie y tomar a Annie en mis brazos, apretándola contra mi. Era mía, y nadie más tenía el derecho de decidir por ella.

Era mía y de Charles.

Oh Charles.

Sacudo la cabeza tratando de buscar nuevamente las palabras que no he encontrado para hablarlo con él, no he mencionado ni una palabra sobre mi plática con la señora Sainz y sé que Pascale se está conteniendo de hacerlo, sé que no se lo ha contado a su hijo por el simple hecho de que yo se lo pedí.

Y estaba aterrada por la forma en que reaccionaría.

-Esta más claro que el agua, que la niña es de Carlos-

Bufó sacando con manos temblorosas otro cigarrillo de la caja, pero gruño al ver que solo quedan tres más y que no van a ser suficientes, más le vale a Max tener su llave bajo el tapete para ir a buscar a su cajón de -solo reuniones- como él le llama, algo que logre apagar mi ansiedad.

-Es una Sainz-

Y me daba absolutamente igual lo que pensaran, me daba igual lo que pensaran, pero cuando lo dijo me había quedado sin argumentos, no había sido siquiera capaz de formular una respuesta coherente.

Era una Leclerc.

Tenía su apellido.

Pero el miedo de que Carlos llegará a mi puerta a mi puerta exigiéndome una prueba de ADN cada día se hacia más grande.

Seguía repitiéndome constantemente que no había sido una mala idea el hacerlo publico, que Charles se lo merecía, que el se merecía todo nuestro amor de manera publica.

TWO GHOSTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora