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KIM

Salí de la casa de Mel, seguida de las miradas despectivas de sus padres, que susurraban enfadados entre sí.

Anduve por la calle, camino de una parada de autobús que más tarde me llevaría al hospital. Noté la presencia repentina de alguien a mi lado, sabía claramente quién era, miré por el rabillo del ojo, efectivamente, era la rubia.

Me quité los cascos y la miré directamente, soltaba suspiros de cansancio por correr.

-¿Has montado alguna vez en autobús?- pregunté con curiosidad.

-No.

-Bueno, no es complicado, yo te pago el viaje, no cuesta nada- ella simplemente asintió.

Durante el trayecto en autobús, procuré que nadie se acercara a ella, sabía que había gente que robaba sin que te dieras cuenta, y su inocencia no ayudaba.

Cuando llegamos al hospital, me acerqué a hablar con la recepcionista, una mujer alta y delgada que siempre atendía los fines de semana:

-Hola, buenos días.

-Buenos días- me recibió con una gran sonrisa- ¿Qué necesita?

-Soy Kim Belanger...- la mujer asintió- Mi madre falleció ayer y me dijeron que me ha dejado unas cosas...

-Oh, sí, espera que lo confirme.

Tecleó mi nombre en el teclado y miró concentrada la pantalla del ordenador.

-Está bien, supongo que ya sabe dónde está la habitación a la que tiene que ir, las cosas están encima de la cama.

-Vale- dije con una media sonrisa, sabía que Mel me estaba mirando preocupada, pero no quería mirarla- gracias.

-No hay de qué, y siento mucho su pérdida.

Caminé por el pasillo de siempre, con paso rápido y volviendo a sentir un vacío en el pecho, Mel me seguía unos pasos por detrás.

Cuando entré en la habitación, todo estaba distinto, todas las cosas de mi madre estaban sobre la cama, como me había dicho la recepcionista, pero el ambiente seguía oliendo a ella. Había varios vestidos, libretas y una caja donde ponía mi nombre, la abrí, contenía cosas de cuando era pequeña.

-¿Estás bien?- preguntó Melanie.

-Sí...no pasa nada.

-¿Quieres que te lo guarde en la mochila?- asentí y ella puso la mochila encima de la cama.

Metimos las cosas y salimos en silencio.

-¿Ahora qué hacemos?- preguntó.

-Todavía tengo que ir a por lo que me ha dejado oficialmente.

-¿Quieres decir la herencia?- bajó la cabeza arrepentida de haber sido tan directa, yo solo asentí en silencio y seguí andando.

***

-¿Quieres que entre contigo?- preguntó Melanie mirándome preocupada.

Negué y entré a la pequeña sala, solo había una mesa de madera y varias sillas alrededor, un hombre estaba sentado en una de ellas.

Se notaba que trabajaba allí, llevaba un traje elegante y sostenía en las manos una carpeta.

-Siéntese.- obedecí- Usted es la señorita Belanger, hija de William Belanger y Olivia Hill ¿cierto?- asentí en silencio, no quería escuchar el nombre de mi madre, y menos el de mi padre.

Él buscó entre los papeles de la carpeta y abrió la boca para hablar, no le salieron las palabras.

-Siento mucho su perdida, sé que es duro perder a una madre- me miró a los ojos y yo le dirigí una mirada triste.

Él volvió a mirar sus papeles y comenzó a leerlos:

-Su madre al parecer solo le ha dejado herencia a usted- me miró por encima de las gafas y siguió leyendo- Según dice aquí, le corresponde todo su dinero y pertenencias. Y ha dejado una carta específicamente para usted.

Rebuscó entre las hojas y me tendió una tarjeta con el dinero y un sobre en el que ponía mi nombre con la caligrafía de mi madre.

-Nada más, solo firme aquí para confirmar que ya se ha llevado a cabo este proceso y puede irse- dijo dándome una hoja y un bolígrafo negro y dorado, firmé rápidamente y le volví a pasar el papel- Muy bien, ya puede irse.

Me levanté y salí con los ojos llorosos al pasillo.

Cuando llegué a la sala de espera, Mel se levantó y vino a abrazarme, comencé a llorar en silencio.

***

Nos sentamos en un parque cercano al edificio del cual acabábamos de salir, Mel se había comprado un helado de avellana y chocolate, me alegré al verla comer algo sin incomodidad.

-¿Sabes?- dije mirando al suelo, ella me miró- Me ha dejado una carta.

-¿Qué dice?

-No la he abierto todavía, me da miedo- me encogí de hombros y le enseñé el sobre.

-Kim, no tengas miedo, lee sus últimas palabras...

-No sé, no quiero aceptar que se ha ido...y sé que lo ha hecho pero es difícil...- miré fijamente el sobre con mi nombre.

-No pasa nada, tú léela, yo estoy aquí contigo por si necesitas un abrazo.

Unos segundos después apoyé la espalda en el banco y abrí el sobre con sumo cuidado, comencé a leer:

"Hola Kim, soy mamá:

Sé que cuando no esté lo pasarás mal, y no te lo voy a impedir, permítelo, no es malo llorar y no aceptar al principio.

Como ya habrás visto, te he dejado todas mis cosas, tu padre no se merece nada si no estuvo allí para ti. Has sido fuerte con él, cariño, y que siga así después de todo no es tu culpa.

Sé feliz, aunque con quien te rías y sonrías no sea conmigo, enfádate, llora, grita, desahógate cuando te sientas mal, aunque no sea en mi hombro.

Me hablaste de una chica muy especial, cuídala y lucha por ella, no te conformes con lo que te ofrezca el destino, cámbialo si así lo quieres.

Y, por último, acuérdate de mí cada vez que superes tus metas.

Te quiere mucho,

Mamá."

Doblé la carta y la metí en el sobre.

-¿Estás bien?- preguntó Melanie.

-Sí...

-¿Te ha dicho algo sobre...él?

-¿Mi padre?- asintió- Sí, un par de cosas...no le ha dejado nada, después de todo no me consoló ni una vez...

-¿Vas a volver a tu casa?- se metió un poco de helado en la boca.

-No quiero...pero no sé si tendré que hacerlo.

-Bueno...tal vez podemos hacer algo para que no tengas que volver ¿no?

-¿Qué quieres decir?

-Tal vez podamos denunciarlo...

-Ya ¿pero a dónde iría yo? Sin nadie con quien vivir me mandarán a una casa de acogida, y así no podré ayudarte...

Nadie dijo nada más.

Su idea tenía sentido, pero a lo mejor, ningún futuro para mí.

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