Ayúdame a Vivir

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KIM

Las siguientes semanas siguieron siendo igual de malas que las anteriores.

Cada día había ido faltando más y más a clase, hasta el punto de que solo iba los días que había exámenes, para saber cuándo se hacían estos, había una hoja en la biblioteca con los exámenes de cada curso, su fecha y el temario que entraba. Cada vez que iba, mis profesores me preguntaban por los moratones que tenía por el cuerpo, pero yo no contestaba, algunos ofrecían ayuda, otros ni preguntaban. Y no sabía qué era mejor.

Había sucedido lo mismo con el fútbol, por mucho que me apasionara, no era capaz de presentarme durante varios entrenamientos seguidos en una misma semana, pasaba igual con los partidos. Las chicas no me miraban mal, porque nunca habían hablado conmigo y el entrenador me seguía apoyando en el deporte como lo hacía antes.

Seguí con el doble turno en el trabajo, por miedo a que pudiera pasar algo con mi padre otra vez, y para mantenerme distraída y fuera de casa el mayor tiempo posible.

Hacía que no veía a Mel un poco más de un mes, y no sabía por qué no iba a clase. La había bloqueado para que no pudiera escribirme, y no era por nada que hubiera hecho ella, era más bien por lo que había hecho yo. No quería que mis problemas la afectaran y menos causarle más.

Y con mi padre seguía igual la situación, seguía teniendo sexo compulsivamente y no dejaba de pegarme. Con el tiempo yo había dejado de intentar apartarme de sus golpes, porque sabía que si no me los daba, podría hacer algo peor.