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KIM

Me quedé unos segundos delante de la puerta de la casa cuando cogí la mochila del suelo, me importaba una mierda que algo se hubiera roto, solo quería saber si ella estaba bien. Comencé a oír los sollozos de Mel y los gritos de sus padres, antes de que siguieran me fui, intentando contener las lágrimas, pero el intento no duró más de diez segundos.

<<Ha sido mi culpa, no debería haberla besado...>>

Metí la mano en la mochila y saqué el móvil, solo se había rajado la pantalla por el impacto contra el suelo. Mandé varios mensajes a Melanie, q me contesto pocos minutos después, le habían prohibido verme otra vez, y todo por mi culpa, por ese beso.

Cuando subí al autobús el maquillaje se me había corrido por las lágrimas, por lo que recibí varias miradas curiosas y otras tantas de desprecio, no me importaba de qué tipo fueran, las respondía mirando mal.

***

La puerta del apartamento estaba abierta de nuevo, y yo volvía a recordar que la había cerrado al salir.

Fruncí el ceño todavía con los ojos llorosos y cerré la puerta detrás de mí.

<<Por favor, la hucha otra vez no...>>

-William- llamé a mi padre mientras andaba lentamente por la casa.

Cuando comencé a recorrer el pasillo de la casa empecé a escuchar ruidos, según me acercaba a la habitación de mi padre los oí más alto, hasta el punto de que reconocí qué clase de ruidos eran. Aumenté la velocidad, eran sonidos sexuales, de una mujer.

Interrumpí en la habitación, mi padre estaba tumbado en la cama con una mujer encima, teniendo sexo. No se percataron de mi presencia, o no les importó, hasta que me acerqué a la chica e intentando no tocarla mucho, la quité de encima de mi padre con un movimiento medio brusco, dejándola todavía en el colchón.

-Ey ¿qué haces?– se quejó e intentó subirse de nuevo sobre mi padre.

Esta vez la empujé hasta que se quedó de pie al lado de la cama, mi padre reaccionó gritando:

-¡¿Qué coño haces?!

-¡Quitarte de encima a una tía con la que le estás poniendo los cuernos a mamá!

-¿¡Y qué coño te importa eso!?

-¡Joder, mamá está en el hospital! ¿¡Y lo único que se te ocurre es ponerle los cuernos!?– ante estas palabras, la mujer se vistió rápido y salió de la casa.

Me fui al pasillo sin dirigirle la palabra a mi padre, que no se preocupó por si estaba desnudo y comenzó a gritarme:

-¿¡A ti te parece normal hacer eso!? ¿¡Interrumpir así!?- noté por cómo gritaba que estaba borracho.

-Vístete y vete, no quiero volverte a ver- dije seria sin mirarle y siguiendo mi camino hacia la habitación.

-¿Sabes?– me paré al notar cómo me agarraba del brazo, pero no me giré a mirarle- Te gustaría verme así si no fuera porque eres una bollera de esas.

-Vístete y vete- le repetí tras apartarme de él.

Entré a mi habitación y cerré con un portazo, me senté en la cama con los puños apretados sobre las rodillas.

Sentía impotencia, por no poder hacer nada al respecto sobre lo que acababa de ver; miedo, por cómo actuaría mi padre a partir de ahora; desesperación, por cómo hacía años que me habían apoyado respecto a mi orientación sexual, y ahora él acababa de hacer un comentario que me había incomodado y hecho que quisiera gritar y clavarme las uñas en las piernas mientras lloraba.

***

Los días siguientes se resumieron en ver a mi madre empeorar respecto a su tumor, aunque cada vez que fuera a visitarla los médicos me contaran lo contrario, pero cada día parecía que me mentían más al respecto.

Mi padre no se había querido ir de casa, al contrario, ahora su presencia era más clara que nunca. Cada noche se oían gemidos de mujeres y suyos desde su habitación, y yo fingía que no escuchaba nada tapándome la cabeza con la almohada o durmiendo con los cascos puestos y música.

También había dejado de ir a la mayoría de los entrenamientos de fútbol y a veces no iba a clase, estaba preocupada por mi madre y casi no dormía por las noches por mi padre, así que no tenía muchas ganas de hacer deporte y cosas en general.

Y Mel, todos esos días me había escrito preocupada, pero yo nunca respondía, no quería meterla en mis mierdas, por mucho que me doliera.

Uno de los días que fui al instituto, Melanie me esperaba a la salida. Al verme corrió hacia mí y me dio un abrazo, que no fue correspondido.

-Kim...- hizo fuerza con los brazos- ¿puedes hablar conmigo?

-Lo siento...tengo que irme a casa.

Sí, a lo mejor la estaba evitando, pero siempre la metía en mis mierdas y no quería que se preocupara. Además, sabía que si sus padres la veían conmigo después de la escena de hacía varios días, la metería en problemas con ellos, y no quería que le pasara nada.

-¿Puedo...pasar la noche contigo?– preguntó apartándose de mí con la cabeza gacha.

-Tus padres se van a cabrear.– se encogió de hombros.

Comencé a andar seguida por ella, en silencio, a lo largo de la calle hacia mi destino.

-¿Quieres...hablar de lo que pasó en tu casa?- pregunté.

-No es eso- respondió seria.

***

Esa noche ella pareció comprender todo por lo que estaba pasando al verme temblar llorando en mi cama, mientras de fondo sonaban los sonidos sexuales que venían desde la habitación de mi padre. Mel me abrazo en silencio.

-Estoy aquí...tranquila, no te va a hacer nada– cogió lo cascos de mi mesilla y me los puso- Mira, ponte música, así te sentirás mejor ¿vale?– asentí.

Dormí unos segundos apoyada en su hombro, no sé si ella durmió conmigo. Lo que sé es que me desperté de golpe al oír la puerta abriéndose de golpe.

Me senté sobre la cama y puse a Mel detrás de mí instintivamente. Mi padre entró desnudo, seguramente a proporcionarme los golpes de siempre, pero al ver a la rubia detrás de mí prefirió pasar a las palabras.

-Anda, con que te quejabas de mí y bien que tienes aquí a tu amiguita eh.

-William, fuera- dije seria- Por favor.

-Lo hago por ella- señaló a Melanie- mañana vas a pagar lo que no te haga hoy.

Después de eso se fue, cerrando la puerta con un portazo.

-Perdón, no quería asustarte...

Mel volvió a abrazarme con ternura y afecto.

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