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KIM

Cualquiera diría que mi infancia había sido como la de cualquier otra persona, y no voy a mentir, yo también lo diría. Y por un tiempo lo fue, pero hacía un año le habían detectado un tumor a mi madre y había sido ingresada nada más saberlo, ya que el tumor era un tanto peligroso y ya iban un poco tarde para el tratamiento.

Empezó todo bien, las primeras semanas no hubo problema, el tratamiento se estaba llevando a cabo y parecía ir bien, pero mi madre empezó a empeorar y mi padre, que empezaba a preocuparse por la salud de su esposa, cada día venía más borracho a casa. Y cada día iba menos al trabajo.

Hasta que empezó a no presentarse en la oficina y pasar todo el día en el bar, llegados al punto de que un día uno de sus amigos le recomendó las drogas para llevar mejor lo de mamá. Pero el efecto fue al contrario, le despidieron del todo y ahora era adicto al alcohol y a las drogas.

De todo esto mi madre estaba al tanto, pero no sacaba mucho el tema conmigo, aunque sabía que me afectaba, se limitaba a tranquilizarme respecto a su tumor y a hablar sobre el instituto, como si nada hubiera cambiado. Pero tenía un vínculo con mi madre, ella seguía preocupándose por mis notas y mis partidos de fútbol. Al contrario que mi padre, que había dejado de serlo para mí ¿o un padre no debería haberse esforzado por que no cambiara nada a pesar de los problemas?

Al parecer había dejado de importarle a mi padre hacía poco más de un año, y era por eso por lo que desde que él había dejado de ir al trabajo yo había empezado a dar mi currículum en algún sitio cerca de casa para poder pagar lo que él ya no podía permitirse, ya que habían dejado de cobrarle.

Y ahora no tenía casi tiempo libre entre las clases, fútbol y el trabajo, en una hamburguesería que tenía clientes, pero que no era muy popular. Además de que tenía que pagar los gastos de la casa, los entrenamientos, el instituto y la comida. Mucha responsabilidad para una adolescente de solo dieciséis años ¿no?

***

Ese día fui a visitar a mi madre al hospital, entré como todos los días saludando a los médicos que me habían visto ir por allí más de una vez y fui a la habitación de mi madre. Cuando entré estaba tumbada en la cama leyendo un libro.

Levantó la mirada y me recibió dejando el libro en una mesilla con una sonrisa.

-Hola cariño.

-Hola mamá.

-¿Qué tal el cole?- preguntó dando unos golpecitos para que me sentara en la cama a su lado.

-Bien, en nada tengo exámenes, fui a estudiar el otro día- respondí sentándome donde me indicaba.

-Qué bien, seguro que este año sacas tan buenas notas como siempre- me apartó un mechón de la cara y me dio un beso en la frente.

-Eso intentaré, porque últimamente estoy muy ocupada.

-Ah, es verdad ¿qué tal en el trabajo? ¿sigues en esa hamburguesería de al lado de casa?

-Sí, me va bien, normalmente trabajo los fines de semana y a veces algún turno entre semana, pero no son muchas horas y me pagan bien.

-¿Te da para todo? Sabes que si no te llega el dinero podemos pedírselo a algún vecino que nos conoce...

-No hace falta, por ahora va bien.

-Vale pero sabes que si necesitas algo...

-Ya lo sé mamá, los vecinos.

-Sí y... ¿tu padre está mejor con el problema del alcohol y eso? Hace mucho que no viene a visitarme- notó cómo me tensaba en el sitio- si quieres podemos no hablar del tema...

-Él está como siempre, y no sé si vendrá algún día, no le veo casi ni por casa.

-Vale...y... ¿qué tal los entrenamientos?

-Bien, mañana tengo partido, intentaré venir después para contarte qué tal ha ido.

-Siento no poder ir, sabes que no me dejan por si me pasa algo.

-Sabes que no me importa, no es tu culpa estar aquí- dije con tono preocupado mirando a mi madre, que miraba como si nada mi pantalón.

-Bueno, ya me contarás entonces... ¿y te gusta alguna chica ya?

Se me vino a la cabeza la chica rubia con pecas.

<<Melanie.>>

Eso, Melanie, así había dicho que se llamaba. Pero solo habíamos hablado una vez y no creo que fuera a ir más lejos de eso, no parecía que fuera a salir algo de ahí.

-No, ninguna- le contesté segura.

-Bueno señorita, en nada será la hora en la que el médico entra por la puerta así que tienes que irte ya.

Me levanté de la cama y le di un beso en la mejilla para despedirme.

-Vale, adiós, mamá. Mañana intentaré venir.

-Está bien cariño, ya me contarás, y cuida de tu padre.

Salí de la habitación al pasillo, donde, como siempre después de mis visitas, me esperaba un médico para decirme como estaba yendo el tratamiento.

-Buenas tardes, señorita Belanger. – dijo el doctor acercándose a mí.

-Buenas tardes- respondí con educación.

-Tenemos buenas noticias, su madre ha estado reaccionando últimamente bien al tratamiento- hizo una pausa para ver mi reacción. Simplemente asentí con el ceño fruncido esperando a que siguiera- pero no habría que precipitarse, ya sabe que no sabemos exactamente si a partir de estos días seguirá mejorando o volverá a empeorar.

-Sí ¿nada más?

-No, hasta ahora solo eso, sabe que no debería decirle nada a su madre ya que puede empeorar y no queremos ilusionar al paciente.

-Está bien, no le diré nada, puede estar tranquilo. Nos vemos.

-Hasta luego señorita Belanger -asintió.

Me aparté de la puerta para dejarlo pasar a la habitación de mi madre y cuando vi cómo cerraba la puerta caminé por el pasillo hasta perder a mis espaldas la puerta de la sala de la que acababa de salir.

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