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MELANIE

Kim me contó la conversación que había tenido con el director Kennedy esa mañana. Me miraba concentrada desde la silla, que había colocado al lado de la camilla. Me di cuenta de lo feliz que estaba últimamente, me alegré por ella, pero no pude no pensar en que ella estaba resolviéndolo todo y yo seguía sin superar lo mío.

Respecto a mi tratamiento en el hospital, hacía terapias en grupo con más gente con trastornos alimenticios, lo que me ayudaba a saber que no estaba sola y a saber las experiencias de los demás; comíamos todos juntos, nos hacían revisión de peso para ver si habíamos mejorado, una nutricionista nos decía qué podíamos hacer, etc.

Sinceramente me parecía aburrido, por lo que las visitas eran lo mejor de todo. A veces venía Cath, me contaba cómo iba todo y me explicaba cosas de clase que iban dando, otros días venía Kim y me contaba cómo estaba y cómo iban las cosas, pero mis padres no venían nunca, ni en las fechas especiales.

***

-Bueno chicos, por si alguno no lo sabe, en nada será verano- dijo la psicóloga grupal en una de las sesiones, emocionada.

Todos parecimos reaccionar de la misma forma, sin interés ¿a quién le interesaba el verano cuando no podíamos salir de ahí? Exacto, a nadie. Todo el mundo estaría pasándoselo bien, con los amigos, la familia, de viaje en la playa o en la montaña...y nosotros estábamos allí, tal vez por culpa nuestra, pero estábamos allí, encerrados.

Lo único que me conectaba al exterior eran las noticias de la televisión, que nunca parecían ser buenas, y las visitas de mi mejor amiga y mi novia, que de vez en cuando traía al director con ella. Al menos con ellas podía reírme y llorar sin ser juzgada.

Y cada día iba acostumbrándome más a la idea de que poco a poco iba a acabar odiando a mis padres.

El tiempo allí no había evitado que también me acordara de mi abuela, al final acabó siendo cierto que no la volvería a ver, ya que mis padres me habían alejado de ella, y tal vez si no lo hubieran hecho no habría sido tan grave el problema.

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