01: Nanon.

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Soy una persona que le teme a los cambios, aunque parezco bastante valiente —casi siempre—.

Oculto mis miedos, porque creo que lucir como alguien que no eres en el exterior, te ayuda a olvidar —por ratos— lo que eres en el interior.

—Te hice una pregunta, Kirdpan —dice el maestro de finanzas bastante alto, así que salgo de mis pensamientos.

Mi campo visual llega directamente a la pizarra y busco algo que me ayude a entender de qué demonios está hablando.

Me gustaría ser una de esas personas sinceras, para pedirle al imbécil que repita la pregunta luego de ofrecer una disculpa, pero no puedo, porque le temo a aceptar que he cometido un error.

No llega una sola idea a mi cabeza porque llevo horas sin prestarle atención.

Nada de lo que ha dicho en este tiempo me interesa en lo absoluto.

—Para invertir, no solo es necesaria la seguridad que se le va a ofrecer al cliente, sino también la rentabilidad; el inversor puede prestarle menos atención al nivel de incertidumbre si el nivel de rentabilidad es alto, la relación riesgo-beneficio, tiene prioridad incluso por encima de los valores considerados seguros.

Volteo para buscar a la persona que ha hablado y mis ojos chocan contra un chico que lleva una camiseta rosa, y las uñas pintadas del mismo color.

Un marica al que le gusta que le rompan el culo.

—Correcto, Ohm —dice el maestro sentándose tras su mesa y parece olvidar que la pregunta era mía inicialmente.

Supongo que gracias.

Regreso mi mirada a la ventana y vuelvo a perderme en mis pensamientos como es usual, lo hacía también en el colegio y quiero mantener mis viejas costumbres para no sentir el bajón que tengo cada vez que algo en mi vida cambia.

Tengo demasiados miedos, son casi incontables, están las alturas, los aviones, los espacios cerrados, las arañas, la muerte, los espacios abiertos, ser rechazado, y otros importantes, pero a lo que más le temo es al cambio.

Esta ridiculez, empezó a los 8 años, cuando encontré a mamá colgada junto a la ducha del baño.

Por eso le temo a las cortinas.

Puede sonar idiota, pero le temo a lo que ocultan atrás, porque no lo esperas y lo imprevisible asusta.

Un ladrón escondido, una rata o el cuerpo de tu madre muerta, hay una infinidad de posibilidades.

Así que evito abrir las cortinas —casi siempre—.

—Nanon —escucho a mi lado y le doy una media sonrisa luego de notar que la clase ha terminado.

Suelo perder la noción del tiempo porque nunca presto la suficiente atención a la realidad.

Es reconfortante que Chimon esté en la misma facultad, porque la soledad me asusta cuando hay mucha gente a mi alrededor.

Caminando a su lado por el pasillo siento las miradas de las chicas sobre mí y es lo habitual, por eso ha dejado de incomodarme.

Esto me recuerda que odio los clichés de los libros, que hablan sobre el chico malo que se enamora de la chica buena, y cambia por ella.

Eso no existe en la realidad.

No está bien enamorarte de alguien con la intención de cambiarlo, y nadie cambia realmente hasta que lo intenta por su propio bienestar.

Se llama amor propio, y es algo que claramente no tengo, pero amo repetir lo que dicen los libros llenos de consejos que nunca sigo.

En este punto, se supone que soy el chico malo, porque uso chaquetas de cuero, amo mi moto y tengo sexo ocasional cuando busco desesperadamente alguna forma de sentirme bien; sin embargo, odio estar encasillado en algo.

Casi llegando a la puerta principal para irnos, Chimon me golpea con el codo para que regrese mi mirada al fondo del pasillo donde un chico empuja contra los casilleros al que reconozco como el maricón de mi clase.

—Adoro la universidad —dice sobre una risa, volteando hacia mí.

Yo no detengo mis pasos, aunque asiento ligeramente para darle una aprobación a su comentario.

Suele ser gracioso ver a la gente golpeando maricas, pero es mi primer día y tengo la cabeza en cosas más importantes.

Después de casi quince años regresé a casa.

Vivía ahí con mis padres cuando era pequeño, y aún no logro acostumbrarme a la presión de volver, pero era necesario y lo comprendo, porque papá tiene cáncer y necesita a alguien a su lado.

Pero no puedo mantenerme tranquilo porque mis peores recuerdos están es ese lugar.

—¿Te veo mañana? —pregunto mientras me coloco el casco y Chimon asiente.

—Pasa a recogerme —dice a modo de súplica y suelto una risa empujando su mano antes de que llegue a tocar mi moto.

—No pondrás tu asqueroso cuerpo sobre mi bebé.

—No perdía nada intentándolo —responde encogiendo los hombros y da media vuelta en dirección contraria, despidiéndose con la mano.

Estoy tenso cada día, pero conduciendo a gran velocidad en la autopista, puedo relajarme.

Me sirve para pensar.

Papá pasa más tiempo dormido que despierto, así que al llegar a casa solo tomo algo de comer de la cocina y subo a mi habitación a usar la computadora.

Sentado ahí con vídeos y papitas, los minutos pasan más rápido.

Por eso me gusta.

Es patético desear que la vida avance porque nada en el presente está bien, pero tampoco esperar algo del futuro.

Simplemente no tiene sentido, y nada lo tiene cuando estás vacío.

Subo la mirada cuando escucho la puerta del cuarto que queda frente a mi ventana cerrarse, y es el marica de nuevo, lo cual empieza a crearme un conflicto interno nada agradable.

Tengo un recuerdo poco claro de un niño con el que hablaba a veces, parándome de puntitas porque no alcanzaba a la ventana.

Nuestras paredes no están muy separadas y sin esfuerzo puedo ver que tiene el rostro golpeado.
Furioso lanza su mochila en la cama, y luego tira al piso las cosas que tiene sobre su escritorio.

Me levanto tranquilo y cierro la cortina, sin que él note mi presencia.

No odio a los maricas, solo me dan lástima y asco.

No creo que ellos decidan ser así; están enfermos y necesitan ayuda, pero prefiero mantenerlos lejos de mí, porque ese no es mi problema y ya tengo bastante con lo mío.

Homofóbico || OhmnanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora