Al despertar en la mañana, encuentro a mi padre en el comedor y me mira con una sonrisa casi imperceptible que le devuelvo al instante.—¿Cómo estás? —le pregunto sacando leche del refrigerador y tomo un poco de la caja.
—No me siento mal —dice alcanzando un vaso de la mesa— ¿Puedes darme las pastillas del tercer cajón?
Asiento obedeciendo, sin embargo, el ambiente es tenso e incómodo.
Sé que recién he regresado, pero pensé que las cosas serían más sencillas de lo que han sido en estos primeros días.
—¿Necesitas que compre algo para la casa al volver de la universidad?
—Lo que necesites tú —responde de muy mala gana— no me apetece absolutamente nada.
—Debes comer, papá, no está bien que sigas así, yo no vine solo para acompañarte, quiero ayudar con tu alimentación.
—¿Crees que mágicamente mejoraré solo porque estás acá?
Suspiro negando con la cabeza y camino a la sala para agarrar mi mochila.
Se supone que debería entenderlo, pero no es agradable para mí y prefiero salir de ahí para no escuchar lo malagradecido que es.
Subo a mi moto y mientras más aumento la velocidad en la autopista, mis músculos empiezan a relajarse.
Adoro lo libre que me siento.
Por eso siempre lo he dicho, cuando me toque morir quiero que sea así.
En mi moto.
Tardo pocos minutos de camino para estacionar cerca de la universidad; por lo que, sin ir más lejos, veo a Chimon y voy lento hasta él, sacándome el casco.
—Temprano —le digo parando totalmente y apago el motor en el estacionamiento del patio.
—Sí, ¿tú por qué madrugaste?
—Mi papá es un imbécil.
—Curioso que me pase lo mismo, he estado pensando en mudarme, pero lo que me hace falta es dinero.
—Trabaja —respondo sin ganas y entramos juntos a los pasillos.
Caminamos hasta mi casillero y mientras guardo algunos libros, volteo y lo veo caminar, a él: el marica.
Ahora lleva una camiseta con un gran arcoíris en medio, y trae las uñas con un diseño de flores, puedo verlo porque está acomodando su cabello con calma.
En serio, es tan desagradable.
Si no quiere ser golpeado debería aprender a pasar desapercibido y no lo hace, incluso lleva unos pantalones tan maricas, que hasta yo siento que quiero romperle la cara.
Su mirada se cruza con la mía y recuerdo con pánico lo que pasó el día anterior.
—Cortina —dice mirándome y Chimon levanta la cabeza del celular, alzando una ceja.
—¿Disculpa? —pregunto luego de aclarar mi garganta.
—Oh claro, se supone que no debo recordarlo.
—¿Acaso te conozco, mariquita? —pregunto nervioso, porque siento la mirada de mi amigo en la nuca.
—Debí suponerlo —susurra riendo y quiero golpearlo tanto— tratar mal a un gay no te hace más hetero, te dejo el dato.
—Creo que el marica te dijo marica —me dice Chimon sorprendido.
—No fue lo que dije —niega él frunciendo el ceño, pero es tarde.
Yo también lo he entendido de esa manera.
Lo agarro del cuello empujándolo contra mi casillero y su cabeza golpea con fuerza el metal.
Aun sosteniéndolo con una mano le reparto algunos puños en la cara, hasta que veo algo de sangre escapar de su nariz y creo que es suficiente.
—Yo no soy marica, como tú —digo soltándolo y su cuerpo cae al piso, pero su mirada no ha cambiado.
Aunque parezca que he ganado, siento que él tiene la victoria, pero no entiendo el por qué.
—Golpear a un "marica", tampoco te hace más hetero; y no era mi intención decirte “marica”, solo trataba de decirte que eres un imbécil —suelta con rabia y se levanta sin dejar de mirarme— ahora entiendo que no las odias, tú les tienes miedo y por eso te asusta tanto que no lo haya olvidado.
—Cierra la boca.
—¿De qué está hablando, Nanon? —pregunta Chimon a mi lado y niego con la cabeza.
—Esta olvidado esta vez —me dice dando la vuelta.
El marica sabe que le temo a las cortinas y mis mejillas me queman, pero no sé si es coraje o vergüenza.
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Homofóbico || Ohmnanon
FanfictionDos chicos con diferentes formas de ver la vida, se enamoran.