Día 3: La Obediencia

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Estoy agotada pero no me he atrevido a dormir las últimas horas por la incertidumbre de ser atacada de alguna forma mientras estoy inconsciente.

Las heridas que Gris marcó en mi rostro me duelen más que ayer y el calor de la habitación le dificulta a mis pulmones la tarea de poder respirar el aire fresco del cual carece este lugar.

Y a pesar del calor de verano, siento escalofríos por todo mi cuerpo como resultado de mi malestar físico, pues, aunque Rojo intentó ayudarme a sanar de los golpes que recibí, sé que el ataque me ha dejado dañada considerablemente.

El rugir de mi estómago capta mi atención para llenar el silencio de este espacio con un pequeño ruido que llega hasta mis oídos, para recordarme que no me han alimentado desde que llegué aquí.

No puedo evitar preguntarme si continúo en Chicago o si me han llevado a otra ciudad lejana, lejos de mi familia y amigos.

Al no poder observar a mis alrededores, bien podría encontrarme en un lugar abandonado, en un sótano o en la propia vivienda de alguno de los hombres que me han captado.

¿Será que mi familia se ha percatado de mi ausencia y han comenzado a buscarme? ¿Será que la policía está moviendo mar y tierra hasta encontrar rastros de mi persona?

Estoy segura que ya deben de estar montando una búsqueda por mi desaparición, pues no suelo ser de esas chicas que se escapan de sus casas sin haberle avisado a alguien antes.

Finn es la persona a la que siempre le cuento todo por más privado que sea para mí. Él no es solo mi hermanastro, sino que es mi mejor amigo, en quien he podido confiar desde el primer día en que nos conocimos.

Ese chico aunque es tres años mayor que yo, pareciese que fuese de mi misma edad por lo bien que nos llevamos y los gustos en común que compartimos. Así que, él más que nadie debe saber que en estos momentos estoy corriendo peligro, y sé que no parará hasta encontrarme.

Muevo mis muñecas atadas para intentar aprovechar el sudor de mi cuerpo y deslizarlas de la áspera cuerda que las sostiene, pero solo logro rozarme con el rígido material hasta irritar mi delicada piel.

Pero a pesar de tener la esperanza de ser localizada por mi familia, debo hacer algo para salir de aquí. No puedo atenerme a ser rescatada por un tercero. Debo tomar la iniciativa y crear un plan para salvar mi propia vida.

Doblo mis piernas extendidas hacia mi pecho, recargando mi espalda contra la pared, para intentar ponerme de pie, pero al escuchar ruidos provenientes de afuera, rápidamente regreso a mi posición inicial: sentada sobre el suelo.

Voces comunicándose entre sí llegan a mis oídos, un aire de nerviosismo golpeando mi pecho para aumentar el temor en mi corazón.

Tenso la quijada al momento en que escucho la puerta siendo abierta, fuertes pisadas plasmándose sobre el concreto para indicarme que alguien se está acercando a mí.

—Buenas tardes, princesa—. La profunda e intimidante voz de Azul se hace notar, —Hasta afuera pude escuchar el rugir de tus tripas y me estaban desconcentrando de mi meditación, así que vine a traerte algo de comer.

El tono burlón con el que me habla me da a entender que está disfrutando de este momento más que nadie, como si fuese un niño subiéndose a las atracciones de un carnaval o con la misma felicidad de una chica que ha ido a un concierto para ver a su artista favorito.

Lo escucho tomar asiento a mi costado, la tela de sus pantalones rozando mis piernas expuestas.

—Abre la boca—. Me ordena, demandante.

Presiono mis labios en línea recta para sellarlos, escéptica de lo que sea que quiera que consuma.

—Vamos, princesita, debes alimentarte—. Una pequeña risa se escapa de sus labios.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora