Lágrimas secas brillan sobre mis mejillas tras encontrar a Rojo bajo el marco de la puerta que da lugar a mi balcón abierto.
En pasos lentos, el rubio ingresa a mi habitación para acercarse a los cuadros que pintaba hace unos momentos.
Una fuerte presión se marca sobre mi pecho debido al dolor que no cesa de esparcirse por todo mi cuerpo, pues no creo tener la fortaleza suficiente para sobrellevar los sucesos inesperados que no terminan de aparecer en mi vida.
Observo a Rojo vestir un suéter oscuro, del mismo tono que su pantalón y tenis Converse.
Me es curioso que él siempre vista de negro, pues es como si todos los días estuviese de luto.
Me esfuerzo por regular mi respiración frente a él debido a que no deseo que me encuentre en un mal estado emocional.
—¿Qué estás pintando? — Su voz rompe el silencio de mi recámara.
Rojo gira sobre su eje para encontrar la irritación de mis ojos verdes, intentando guardarse cualquier expresión facial que vaya a delatar su reacción ante mi rostro lleno de tristeza.
—Una tarea que me encargó mi psicóloga—. Me guardo los detalles.
Rojo asienta, intuyendo que los sucesos ocurridos en mi pasado formaron parte de la inspiración trazada en el par de lienzos.
—Sé que no deseas que esté aquí—. El rubio conecta su mirada con la mía, —Pero—
—Yo no he dicho eso—. Lo interrumpo.
Dos tenues líneas se marcan entre sus cejas tras fruncirlas, confundido por mis palabras.
—Cometí un error al marcharme de tu hogar aquel día—. Mi voz suena débil pero aún así continúo expresando mis ideas.
—Nunca debí haberte juzgado por tu estilo de vida, pues ignoro todo lo que has vivido anteriormente con esos sujetos y el riesgo que conllevaría renunciar a su equipo.
Rojo mantiene su mirada sobre mí por un minuto, permaneciendo en completo silencio.
A pesar de desear retener las lágrimas que mis ojos requieren expulsar, fallo en el intento, para que, en su lugar, numerosas gotas saladas corran por mis cálidas mejillas cada tantos segundos.
—Nessa, he venido a visitarte esta noche porque creo que es momento de que lo sepas—. El rubio ignora mis comentarios para cambiar abruptamente de tema.
—¿Saber qué cosa? — Cuestiono, confundida.
—Todo.
El nudo en mi garganta se acentúa y el nerviosismo crece en mi estómago por lo que su tono de voz denota.
Rojo procede a tomar asiento frente a mí, sobre el suelo de mi habitación, mientras que mis dedos juegan entre sí como mecanismo de ansiedad.
Percibo una actitud extraña de su parte, contrastando con lo divertido que llegó a mostrarse anteriormente, cuando por lo menos estuvimos juntos por poco tiempo.
—Comprenderé si no soy merecedor de tu perdón al terminar esta conversación—. Me dice de antemano.
Mi quijada se torna tensa por sus palabras, pues ignoro qué pudo haber ocultado de mí que fuese a provocarme sentimientos oscuros hacia él.
—No creo que pueda estar molesta contigo por siempre—. Mi dulce voz le indica.
Media sonrisa se pinta en su rostro por la ingenuidad en mi persona.
—Me agrada que pienses así, pero, la noche dictará si mantendrás dicha postura o la cambiarás por una distinta—. Me sorprende al decir.
Regreso a mis pies solo para después colocar mi silueta sobre el suelo, al costado de Rojo, para igualar su nivel con el mío y tenerlo cercano a mi cuerpo.
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Amarlo Fue Rojo
RomansaOscuridad fue lo que predominó en mis días desde aquel momento en que me alejaron de mi vida. Luz fue lo que tú me brindaste desde el instante en que entraste a ella. Nunca comprendí cómo pude crecer a apreciar tanto a alguien como tú, pero el apoyo...