La Revelación

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Tic-tac, tic-tac, tic-tac.

El sonido de las manecillas del reloj en la oficina de la Dra. Mabel Adkins es lo único que se pasea por mi mente, pues sus palabras entran por uno de mis oídos y salen por el otro, justo como las voces de los profesores en mis clases escolares.

Mi cabeza ha sido un caos durante las últimas dos semanas, manteniéndome lejana de la realidad mientras me inundo en mis pensamientos negativos, pues busco encontrar una explicación coherente a los eventos que se desencadenaron aquella noche con Rojo.

Quisiera comprenderlo y aceptar el hecho de que continúa asociándose de Azul y Gris, pero no puedo arriesgar mi vida teniéndolo cerca de mí, pues en cualquier momento, podrían repetir lo mismo que me hicieron aquel día de verano.

Sin embargo, por más seguro que sea distanciarnos, no puedo evitar pensar en él cada minuto del día.

Su hermoso rostro, su ropa oscura, su rubio cabello, hasta su voz grave, su atención hacia mí y lo dulce que es, son rasgos que permanecen en mi corazón día y noche.

Odio que no logre romper el lazo que Rojo creó conmigo desde el inicio, aquél que es prácticamente indestructible, manteniendo nuestra unión en un fuerte vínculo espiritual.

—¿Qué opinas sobre ello? — La voz de la Doctora interrumpe mi diálogo interno.

Parpadeo un par de veces para regresar a la realidad, confundida por el aislamiento mental al que yo misma me someto.

Un nudo se forma en mi garganta tras destinar toda mi fuerza para contener las lágrimas que tanto desean salir de mis ojos para expresar mi tristeza.

—Perdón, me distraje un segundo—. Me justifico ante Mabel, —¿Cuál fue la pregunta?

La rubia me observa por un breve instante, leyendo mi lenguaje corporal para formarse una idea general de lo que está sucediendo conmigo.

Me aferro a las mangas de mi suéter para protegerme del frío que invade la habitación, pues el clima decembrino ha llegado para congelar el ambiente.

Mabel baja la mirada para leer las anotaciones que ha escrito en su tableta digital, para después regresar sus ojos azules hacia los míos.

—Estas últimas semanas te has mostrado como en los inicios de nuestras sesiones, Nessa—. Me confiesa sin rodeos, —¿Deseas hablar sobre lo que está ocurriendo?

Nerviosismo llega a las palmas de mis manos para comenzar a transpirar en ellas y así denotar mi dañado estado mental. Mi palpitación se eleva y sin poder evitarlo, una lágrima baja por mi mejilla de manera involuntaria.

—No pasa nada—. Mi voz tiembla tras limpiar la gota salada de mi rostro.

—Nessa—

—Estoy bien—. La interrumpo.

No puedo darme el lujo de estallar en llanto porque, una vez que inicie, ya no podré detenerme.

—No busco presionarte a conversar sobre algo que no deseas, pero, tus ojos inflamados e irritados solo me indican que estás pasando por un momento un tanto difícil—. La Doctora comenta con su dulce voz.

Rompo el contacto visual tras alejar la vista de ella, concentrándome en mis manos entrelazadas sobre mi regazo para evitar que la Doctora me observe llorar.

Lágrima tras lágrima comienzan a salir de mis ojos verdes, combinándose con el cielo grisáceo que se cuela por la ventana para denotar el abandono que invade mi pecho.

¿Qué acaso no significo lo suficiente para Rojo?

Comprendo que su vida es complicada, que busca proteger a su hermano, pero, si tanto me aprecia como dice hacerlo, ¿por qué no intentar huir de todo el alboroto en su vida?

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora