Día 365: El Rescate

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Exclamo de dolor por la fuerza bruta que Gris está aplicando sobre mi cuerpo, mi voz siendo el único ruido que se combina con mi físico siendo arrastrado sobre el rígido suelo de la habitación calurosa mientras mi secuestrador me toma bruscamente del cabello que ha crecido a una extensa longitud los últimos meses para pasearme por el piso rocoso.

Mi áspera piel se raspa al rozar la superficie, cortadas y heridas marcándose en mi persona con cada segundo que paso siendo remolcada sobre el concreto debajo de sus pies.

Mis manos nuevamente amarradas detrás de mi espalda evitan que intente protegerme, pero para este punto ya deberían saber que no haría nada para forcejear y llevarles la contraria, pues he aprendido que eso solo me traerá más problemas y castigos.

Mis tobillos continúan liberados de la áspera cuerda que hace tiempo me sostenía para evitar que corriese hacia afuera de este establecimiento, tal como lo hice en un inicio; mis rodillas y muslos tallan con fuerza el suelo para provocar que mis tejidos de piel se abran por las numerosas grietas plasmadas sobre éste.

Mi vista cubierta por el pedazo de tela, brindando nada más que oscuridad absoluta, como de costumbre, se mantiene húmeda todo el tiempo debido a que paso mis días llorando de dolor.

Desde hace tiempo he percibido que los planes de mis secuestradores no están brindando los frutos que desean, pues su agresión y violencia hacia mí ha incrementado exponencialmente.

Cuando pienso que nada más puede sorprenderme o herirme más que lo anterior, ellos se empeñan en demostrarme que su creatividad para martirizarme no tiene límites.

—¡Todo esto es tu culpa, pedazo de mierda! — Gris se desquita conmigo porque sus planes no han salido como esperaba.

—Si no fueras tan puta, inservible e idiota, tus malditos padres seguirían mandando dinero—. Me explica como si comprendiera lo que está sucediendo con sus chantajes y amenazas hacia mi familia.

Gris jala mi cabello hacia arriba, elevando la parte superior de mi cuerpo en el aire, para después chocarlo bruscamente contra el piso, un fuerte sonido desprendiéndose de mi cráneo lastimado al ser azotado contra el suelo.

De inmediato una onda de mareo recorre mi débil físico para dificultarme la tarea de poder mantenerme consciente.

Destino todas mis fuerzas para mantenerme despierta, pero las patadas de Gris contra mi torso me dificultan poder lograrlo.

Punzadas se marcan sobre la zona de mis costillas para comenzar a latir con ímpetu. Sus impactos contra mi abdomen me dejan sin aire, a tal grado que comienzo a ahogarme por la falta de oxigenación en mi cuerpo.

Toso una y otra vez para intentar inhalar un poco del viento que está entrando por la ventana de la habitación, pero la risa maquiavélica del imbécil me distrae antes de exclamar:

—Pensé que eras la nena consentida de papi—. Me dice con un tono burlón, mezclado con ira,—Pero parece que ya no te quiere porque ha decidido cancelar nuestro maldito acuerdo.

Mis oídos comienzan a escuchar un pitido, complicándome el poder oír con claridad las grotescas y desquiciadas palabras de Gris.

—¡Nuestra negociación se fue al carajo y es todo por tu puta culpa!

El hombre utiliza la punta de su grueso calzado para patearme justo en la quijada, mi cuerpo moviéndose un metro hacia atrás por el fuerte impacto contra mi delicado rostro.

El sabor a sangre invade mi boca en cuestión de segundos y no dudo en tragarla, pues si elijo escupirla como lo he hecho anteriormente, me castigarán por haber ensuciado de color rojo el asqueroso suelo donde me mantienen recostada.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora