Día 11: El Escape

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Los dedos de Azul se pasean por mi ahora corto cabello para jugar con mis mechones rojizos mientras me platica cómodamente sobre lo contento que se encuentra.

—Quién hubiese pensado que una perra mimada como tú se convertiría en nuestra mina de oro—. Se ríe descaradamente.

Su calor corporal se mezcla con el mío para elevar la temperatura de los últimos días de verano, pues la fresca briza nocturna se escucha en las afueras de este lugar al oscurecer para darle la bienvenida a los inicios del otoño.

Permanezco inmóvil y con la boca cerrada para mantener mi cuerpo y mente tranquila, ahorrando la energía necesaria que pronto tendré que utilizar para salir de aquí.

—¿Por qué tan callada últimamente, princesa? ¿Será que ya te dio miedo alzar la voz? ¿Tanto temor nos tienes?

Su sarcasmo evidente me indica que debe estar sonriendo en estos momentos, disfrutando del entretenimiento diario que obtiene de mi parte.

—¿O será que estás molesta por el cambio de imagen que Gris y yo te dimos? — Suelta una carcajada al acariciar mi cabello.

Un fuego se forma en mi estómago tras contener la furia que cargo en mi cuerpo, desesperada por escapar de este lugar y refundirlos a todos en prisión.

—En mi opinión, este corte te luce mejor—. Azul continúa hablando, —Me da mayor accesibilidad a tu nuca—. Mi quijada se tensa al sentir sus dedos entrelazándose sobre mi melena para tomar mi cabeza con gran fuerza.

—Y así poder jugar contigo a lo que me plazca.

Sin previo aviso, jala mi cabello hacia abajo para obligarme a alzar la mirada hacia el techo, su agarre sobre mí con tal ímpetu que los músculos de mi cuello comienzan a estirarse para emitir una sensación dolorosa.

Paso saliva al percibir su asqueroso aliento sobre mi oreja para después escucharlo susurrar:

—Tu miedo me excita como no tienes idea, princesa.

Presiono los ojos debajo de la tela que cubre mi vista para mantenerlos cerrados mientras escucho a Azul compartir las fantasías que tiene sobre mí, mientras su otra mano acaricia lentamente una de mis piernas.

Mi palpitación incrementa exponencialmente conforme siento su tacto sobre mi cuerpo subir hacia mi torso, paseándose por mi abdomen, debajo de mi vestido, hasta llegar a mi cintura.

De repente, la imagen de mi hermanastro Finn y yo, en la alberca de mi enorme hogar, llega a mi pantalla mental. Risas compartidas retumban en mi cabeza para recordarme los agradables momentos que no solamente compartí con él, sino también con mis amigos cuando nos visitaban para refrescarse en un día soleado de vacaciones.

Limonadas preparadas por la empleada doméstica, Erica, así como bocadillos para satisfacernos al salir de la piscina; música sonando en el sistema de sonido instalado en nuestro patio trasero, diversión y sonrisas reinaban el ambiente antes de regresar a clases... pero nunca pensé que yo no volvería, pues me obstruirían el camino de continuar con la vida a la cual estaba acostumbrada.

La luz amarilla y radiante del sol visita mis memorias para recordarme lo hermosa y brillante que es, contrastando con la oscuridad a la cual he comenzado a acostumbrarme como resultado de la tela que cubre mi visión...

Una cachetada sobre mi mejilla me obliga a romper mis remembranzas para así regresar a la realidad, y como si mi castillo de alegría fuese derrumbado por una desastrosa explosión, la voz de Azul regresa a mis oídos para darme a entender que no estoy en un sueño, sino en una pesadilla.

Una exhalación profunda sale de mis labios al sentir mi mejilla palpitando como consecuencia del manotazo de mi secuestrador, intuyendo que me dejará una marca roja por la fuerza empleada para dañarme.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora