Día 6: La Gota

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—¿Otoño o primavera?

Giro los ojos a pesar de tenerlos cubiertos por la tela que restringe mi visión, cansada de escuchar su voz.

—¿Pizza o hamburguesa?

Mantengo la boca cerrada tras escuchar las continuas estupideces que Rojo me está preguntando.

Lleva alrededor de quince minutos lanzándome opciones para que yo elija, como si fuésemos amigos y quisiéramos comenzar a conocernos más a fondo.

Gotas de sudor bajan por mis brazos expuestos, así como a los costados de mi rostro, por la alta temperatura que siempre hay en este sitio donde me tienen aislada del resto de la población.

Por las nulas emisiones de sonido que hay aquí, siento que me tienen escondida en lo más recóndito del planeta, pues ni siquiera el cantar de los parajillos en el día o la estridulación de los grillos durante la noche llegan a mi sistema auditivo para indicarme que me encuentro en un lugar habitable por más seres vivos.

El pitar de los automóviles, el viajar de los aviones y las voces de la gente en la calle son más elementos del bullicio que escasea en este lugar.

Es como si me encontrase en una cueva para que nadie lograse localizarme... pero sé que mis padres deben estar haciendo algo al respecto, pues nunca se rendirían por buscar a su hija menor.

—¿Vainilla o chocolate? ¿O prefieres fresa?

—¿Podrías cerrar la boca? — Respondo por primera vez al estar harta de sus preguntas sin sentido.

—No—. Me responde con sencillez.

—Bueno, cambiando de tema, ¿quién es tu miembro favorito de One Direction?

Recargo la cabeza hacia atrás, contra la pared, al cerrar la mirada, imaginándome que estoy en la habitación de mi hogar, sobre mi cómoda y suave cama, lejos de cualquier peligro o riesgo potencial.

Un nudo se forma en mi garganta de solo pensar en lo que cambió de un día para otro, pero sé que esa sensación no perdurará, porque cuando menos se lo esperen, yo estaré lejos de aquí y ellos encerrados tras las rejas.

—Siempre preferí a Niall— Rojo continúa con su monólogo, —Porque ambos tenemos—

El ruido estruendoso de la puerta siendo abierta con gran fuerza me sobresalta, interrumpiendo a Rojo de su cotorreo innecesario.

—Qué bueno que nos visitas, Gris, ya te estábamos extrañando—. Rojo lo saluda al verlo llegar.

Mi cuerpo se tensa al escuchar su nombre, pues de los tres hombres que se hacen llamar mis secuestradores, él es a quien más temor le tengo.

Sus acciones violentas hacia mi persona me provocan nada más que terror absoluto, porque con el más mínimo inconveniente o alteración de su parte, es suficiente para verme como una amenaza y castigarme por mi falta de buena conducta.

—¿Cómo se está comportando esta perra? — Es lo primero que Gris pregunta con su áspera voz.

—Anda enojada, como de costumbre. Creo que no le enseñaron en casa lo que son los buenos modales.

Escucho zancadas pesadas sobre el concreto, indicándome que los hombres están caminando dentro del espacio en donde me tienen escondida.

Oigo sus voces susurrando entre sí, sus palabras indistintas a mis oídos al no lograr descifrar lo que están diciendo.

Intento acentuar mi audición cuando de repente siento un par de manos tomándome de los muslos mientras que otra palma cubre mi boca para evitar que emita gritos desesperados.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora