Día 205: La Celebración

236 47 82
                                    

Frunzo el ceño tras escuchar a Gris reír en las afueras de la habitación donde me encuentro sentada.

Mi cabeza se recarga contra la pared detrás de mi cuerpo, mis manos entrelazadas caen sobre mi regazo y mis piernas extendidas me brindan una posición de paz mientras intento remover todos los pensamientos e ideas que corren de un lado a otro por mi mente.

Nunca me he dado la oportunidad de meditar en el pasado, pero esto es lo más cercano que he estado de hacerlo.

—¡Salud, amigo!

Escucho un par de copas chocar como muestra de celebración por algún logro.

—Aleja tu cuerpo de mí, odio los abrazos—. Azul le indica a Gris con su profunda voz.

—Lo siento, pero desde el fallecimiento de mi madre no me he sentido así de contento—. Gris le explica.

Ignoro el motivo de su exaltación positiva, pero me alegro, porque eso significa que no me violentará por lo menos en el transcurso de las siguientes horas.

—¡Podría besarte en este momento, Rojo! — Festeja con su compañero, —A ti también, Azul, ¡beso de tres!

Por más bizarro que suene, sus palabras me obligan a dibujar una pequeña sonrisa en mis labios tras percibir un poco de felicidad de su parte, pues todos los días se esfuerza por mostrarnos que no hay nada más que amargura y odio en su corazón.

—Acércate a mí y te destrozaré el puto rostro—. Azul lo amenaza.

¿Será que Gris se encuentra ebrio? Porque hasta el tono en su aguardentosa voz suena distinto... más apaciguado.

—Creo que has bebido suficiente—. Rojo ríe por el comportamiento inusual de su socio.

—Podría beber por el resto de mi vida, hermano. Me siento tan aliviado que podría flotar.

¿Se habrán ganado la lotería y por ello están celebrando? Eso sería una buena noticia para mí, pues ya no necesitarían mantenerme encerrada para continuar lucrando conmigo.

—Hasta ganas me dan de abrazar a la maldita perra—. Añade.

Y como si Gris obedeciera a sus instintos primitivos, abre la puerta de mi habitación para entrar cantando tan alto que ocasiona un ligero dolor en mis tímpanos.

—¿Dónde está mi puta favorita?

Tenso mis hombros por su extraño comportamiento, pues no porque se encuentre contento significa que no me hará daño.

—Vamos, arriba.

Al contar con la totalidad de mis extremidades libres de restricción, Gris toma mis manos para entrelazarlas con sus gruesas y ásperas palmas callosas, ayudándome a ponerme de pie.

El idiota rodea una mano sobre mi cintura mientras que alza la otra conmigo en su agarre para comenzar a bailar alrededor del cuarto como si de un baile se tratase.

El ruido de pisadas sobre el suelo me indican que tanto Rojo como Azul han entrado al espacio para descubrir lo que está sucediendo con el hombre que no para de girarme en el aire.

Mi débil cuerpo sigue sus pasos al estar prácticamente flotando un par de centímetros sobre el suelo, pues he bajado tanto de peso debido a mi mala alimentación que parezco ser una pluma de ave en los brazos de Gris.

—Saca tu guitarra para ambientar esta fiesta, Rojo—. Mi secuestrador le dice entre risas.

—No creo que sea buena idea—. Le responde, su voz también con un tinte de ebriedad.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora