El Vacío

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Las mariposas en mi estómago se acentúan en mi interior al momento en que coloca su mano sobre mi pálida mejilla.

Una sonrisa de inmediato se forma en mis labios, pues su compañía siempre logra iluminar mis días más oscuros.

La temperatura se mantiene estable en la habitación para compartir un ambiente agradable entre nosotros, mientras ambos conversamos al estar sentados sobre el frío suelo, justo como en los viejos tiempos.

Su cálida palma contrasta con lo ártica que se encuentra mi piel, acogiéndome del frío aire que entra por la ventana abierta.

—Gracias por no haberme abandonado—. Le comento al bajar la mirada hacia el suelo, timidez recorriendo mi pecho tras mostrarle mi lado vulnerable.

El chico traza movimientos hacia arriba y abajo con su pulgar, la suavidad de su afecto brindándome calma absoluta.

—Dejarte atrás nunca fue una opción para mí, Nessa—. Su grave voz, la cual crecí a acostumbrarme durante mis días de encierro, brinda confianza a mis oídos.

Asiento con la cabeza tras comprender sus palabras.

Lo sé, Rojo. Sabía que, aunque me liberaran de ese lugar oscuro donde me mantuvieron cautiva, tú siempre te mantendrías a mi lado.

Nunca me quedó duda alguna.

—No sabes lo mucho que agradezco que estés aquí, conmigo—. Le repito para darle a entender que su presencia es lo más hermoso en mi vida.

Rojo toma la punta de mi barbilla entre las yemas de sus dedos para alzar mi rostro, mi estómago revolviéndose y un enorme nudo formándose en mi garganta tras observar a la persona que está frente a mí.

Mi labio inferior comienza a tiritar por el miedo que se ha esparcido por cada célula de mi organismo en cuestión de segundos.

—¿Tanto me extrañaste, princesa?

Mi palpitación se acelera tras escuchar la voz dominante de Azul.

Mi cuerpo inicia a temblar y lágrimas rápidamente llegan a mis ojos para regresarme a la pesadilla que alguna vez viví en el pasado.

Mi físico se tensa como el de una estatua al sentir una mano provenir desde atrás para tomar mi cuello con gran ímpetu, estrangulándome con su fuerte agarre.

—No tenía opción—. Rojo me dice con un tono de arrepentimiento, —Lo lamento.

Intento mover mi cuerpo hacia el costado, pero las manos de Gris aparecen para tomarme de las piernas y mantenerme quieta, presionándome con tal fuerza que pareciese desear penetrar mi piel con sus ásperas palmas.

—Juraste que podía confiar en ti—. Mi voz apenas audible al oído humano le reclama a Rojo.

Su apretón sobre mi cuello se intensifica de un instante a otro, obstruyendo el oxígeno que mi sistema respiratorio me está rogando por recibir.

—Nunca juré ser un hombre de palabra—. Me responde.

La risa aguardentosa de Gris invade la habitación para indicarme que algo malo sucederá a continuación.

—Pensar que me querías fue tu error más grande, Nessa—. Rojo susurra en mi oído, su aliento provocando escalofríos por mi espina.

Lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas por la decepción que mi corazón está sintiendo. Esto no puede estar pasando. Él me aseguró ser distinto a los demás.

—Ahora confrontarás las consecuencias de tus errores—. Añade.

Rojo suelta mi cuello para comenzar a caminar hacia la puerta de la habitación, dejándome atrás, sola, con los asquerosos y enfermos de sus compañeros, quienes no pierden ni un segundo para tomar mis extremidades y atarlas como mejor saben hacerlo, para así volverme a mantener bajo su poder.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora