El Secreto

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Un silencio profundo llena la oficina de la Dra. Mabel Adkins, tanto que presiento que el fuerte palpitar de mi corazón llegará a sus oídos para delatar lo incómoda y vulnerable que me siento en esta habitación.

El nerviosismo en mi organismo se transmite en mis manos entrelazadas sobre mi regazo, jugando con los numerosos anillos que posan sobre mis dedos a manera de intentar tranquilizarme.

El elegante espacio de paredes de tono cálido cuenta con un amplio sillón de piel que me carga para invitarme a sentirme cómoda, mientras que la Doctora se mantiene sentada frente a mí, con una mesa entre nosotras que nos brinda un metro y medio de separación.

Su dulce rostro se mantiene observando mis facciones faciales, manteniendo una tierna media sonrisa en sus delgados labios. Una tableta digital posa encima de sus piernas a manera de utilizarla como cuaderno de notas, y, el aire acondicionado nos brinda un fresco y relajado ambiente a pesar de la temperatura baja en las afueras del edificio.

Han transcurrido tan solo unos minutos desde mi llegada, pero no me he atrevido a hablar más de lo necesario, pues siento que gran parte de mi vida se ha guardado en un secreto privado del cual nadie puede enterarse.

Me aterra que la Doctora vaya a contarle a mis padres o a la policía la información que pueda salir de mis labios, volviendo mi vida aún más complicada de lo que ya es.

—Nessa—. La voz de la rubia me llama, obligándome a prestarle mi atención, —¿Sabes por qué estás aquí?

Mabel mantiene un semblante sereno, regalándome una vibra de paz que pocas veces percibo en una persona.

—Para complacer a mis padres—. Respondo.

La Doctora me observa por un breve instante, esperando a que indague más en mi contestación.

—Tus padres buscan ayudarte a mejorar—. Me explica con tranquilidad, —Ellos consideran que el último año ha sido bastante complicado y solo intentan que, a través del habla y la reflexión, puedas sobrellevarlo para así lograr alcanzar la armonía en tu interior.

Mantengo mi vista sobre la mirada azulada de la Doctora, encontrándola como una dulce madre de familia que no tiene nada más que amor para dar.

—Lo que viví no fue "bastante complicado", fue un infierno—. La corrijo.

—¿Quisieras hablar sobre ello?

—No.

—¿Por qué no?

Paso saliva al comenzar a agitar mi pie contra el suelo a gran velocidad, deseando estar en cualquier otro lugar, menos aquí.

Mabel se percata de mi ansiedad, pero decide no destacarlo en lo absoluto, solo continua con la conversación.

—El diálogo que mantengas conmigo quedará sellado en esta oficina, Nessa—. Me asegura, —Así que, te invito a hablar sobre lo que tu desees. Utiliza el tiempo a tu conveniencia.

Mi respiración se vuelve pesada y un nudo se forma en mi estómago porque no acostumbro a expresar lo que siento, sino a guardarlo en mis adentros, reprimirlos y eventualmente explotar en llanto tras no poder soportarlo más.

Hablar sobre mis sentimientos no es algo que se me dé fácil, y menos cuando se trata de temas que duelen y me regresen a los peores momentos de mi vida.

—¿No se supone que en caso de recibir información que pueda ser de utilidad para las autoridades, su código de confidencialidad se rompe? — Pregunto.

Mabel presiona ligeramente sus labios para sonreír de boca cerrada.

—¿Acaso cuentas con información de relevancia para la policía? — Evade mi pregunta directamente.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora