—¿Hacia dónde vamos? — Sonrío al sentir las palmas de Rojo sobre mis ojos, obstruyendo mi visión. Aplica gran delicadeza para mantener mi maquillaje intacto.
—Ya casi llegamos—. El rubio ríe por mi desesperación, especialmente porque no puedo apreciar lo que hay a mi alrededor.
Debido al ligero mareo en mi cabeza y al ligero movimiento, presiento que estamos en un elevador. El timbre de éste suena una vez que llegamos a nuestro destino.
Manteniendo una mano sobre mi rostro y la otra entrelazada con la mía, Rojo me invita a poner un pie afuera del ascensor.
El fresco aire de la noche acaricia mi rostro para darme a entender que estamos en el exterior, lo cual confunde parte de mi mente porque pensé que estábamos entrando a un lugar cerrado.
—Bien, hemos llegado—. Rojo despeja mi vista tras colocarse a mi costado.
Una sonrisa que parece tatuada a mi rostro se ensancha al instante en que logro observar lo que Rojo ha preparado para mí.
Permanezco sin palabras al percatarme que estamos en la azotea de uno de los edificios más altos de Chicago, tan alto que las luces de toda la ciudad brillan con gran intensidad para iluminar la velada.
Paseo la mirada por el espacio para encontrar lo que parece sacado de un cuento de hadas.
Una elegante mesa redonda se sitúa en medio del suelo, mientras que dos sillas se colocan a su alrededor para brindar una cena inolvidable. Un par de velas aromáticas destellan en el centro de ésta y decenas de rosas rojas decoran la superficie debajo de nuestros pies para mostrar el camino hacia el área donde nos sentaremos.
Cadenas de luces que asimilan a las de un árbol navideño resplandecen por el contorno del lugar, a la par que un cuarteto de músicos posa cómodamente en una de las esquinas para comenzar a tocar una dulce melodía en vivo.
Tras un minuto de silencio, giro mi rostro hacia Rojo para encontrarlo con su vista sobre la mía, orgulloso por haberme sorprendido con su hermoso gesto.
Separo los labios para emitir una oración, pero simplemente estoy anonadada con la atención que el rubio me ha brindado.
—Me alegra que te haya gustado—. Sube mi mano hacia sus labios para plasmar un delicado beso sobre el dorsal de ésta.
El chico guía el camino para aproximarnos a la pequeña mesa. Retira una de las sillas para indicarme que tome asiento, para después empujarla hacia adelante una vez que acato sus modales de caballerosidad.
Un violín, un arpa, una guitarra acústica y un teclado, así como voces angelicales, brindan una melodía tan relajante y magistral que opacan cualquier sonido por parte del bullicio de la ciudad.
Los ojos azules de Rojo se conectan con los míos al tomar asiento frente a mí. E, intentando recordar cómo hablar, lo observo por unos segundos para apreciar su belleza y bondad.
Luce tan apuesto con su traje negro, brindándole una apariencia que nunca pudiese haber igualado en mis sueños.
De reojo observo a Clark de pie en la entrada de la azotea, regalándome el espacio que tanto agradezco me destine todos los días.
—¿Cómo lograste acomodar todo esto? — Pregunto sorprendida.
El ártico aire otoñal mueve ligeramente mi cabello, pero mi cuerpo recibe calidez por parte de los calentones en forma de antorchas a nuestros laterales, manteniendo mi temperatura estable.
—Con un poco de esfuerzo todo es posible—. Presiona sus labios para formar media sonrisa.
—No tenías por qué preparar este detalle—. Le comento con unas gotas de vergüenza, —Mi intención no es causarte ningún problema.
ESTÁS LEYENDO
Amarlo Fue Rojo
RomanceOscuridad fue lo que predominó en mis días desde aquel momento en que me alejaron de mi vida. Luz fue lo que tú me brindaste desde el instante en que entraste a ella. Nunca comprendí cómo pude crecer a apreciar tanto a alguien como tú, pero el apoyo...