La Reciprocidad

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Mis párpados se sienten tan pesados que me toma un par de minutos recobrar la energía necesaria para abrirlos.

La suavidad de las sábanas abraza mi cuerpo para brindarme calor en esta fresca mañana, pues un ártico aire acaricia mi rostro al despertar por completo.

Pero, eliminando cualquier rastro de paz y tranquilidad, mi ritmo cardiaco se acelera y mi mente comienza a recordar los eventos de anoche tras percatarme que no me encuentro en mi habitación.

La ropa negra de la cama que me sostiene, las paredes de tinte grisáceo y cada elemento de esta recámara son desconocidas a mis ojos.

Un nerviosismo familiar comienza a recorrer todo mi cuerpo, pues ésta no sería la primera vez que despierto en un lugar lejano a mi hogar.

Bajo la mirada para encontrarme vistiendo una playera de hombre, tan suelta sobre mi figura que asimila un corto vestido.

Y, con la misma sensación aterrada que me dominó durante mis días de encierro, giro mi rostro hacia el balcón de la habitación, encontrando al único chico que me brinda serenidad al instante.

¿Qué ocurrió anoche?

Fragmentos de recuerdos invaden mi mente de un solo golpe: la cena que abandoné en casa de Abel, Rojo llevándome a una hermosa azotea, luminosas estrellas y platillos deliciosos, pero no sé cómo llegué a este nuevo lugar.

Y, ¿dónde está Clark?

Observo a Rojo por unos segundos, percatándome del humo que desprende de su persona al estar fumando a horas tempranas del día, dándome la espalda para mostrarme el contorno de su cuerpo.

Con delicadeza, salgo de la cama. Mis pies descalzos se plasman sobre el frío suelo de madera fina al caminar por la recámara... Acaso, ¿me encuentro en el hogar de Rojo?

Analizo su habitación para percatarme de lo similar que es a la personalidad del rubio: un tanto oscura pero bastante hermosa a la vista.

Mis movimientos sigilosos no pronuncian ni siquiera un breve sonido sobre la superficie, haciéndome pasar desapercibida.

Antes de salir al exterior, mi mirada cae sobre el único espejo en el cuarto de Rojo, paralizándome al instante.

Un par de marcas moradas se pintan a un costado de mi cuello, provocando un fuego en mi estómago y en mi entrepierna tras recordar haber besado a Rojo hace unas horas.

Mi rojizo cabello cae a los costados de mi rostro, un tanto menos lacio que en la cena puesto que debí haberme revolcado bastante mientras dormía, despeinándome.

Cruzo mis manos sobre mi pecho, a modo de abrazarme, al momento en que me acerco a la puerta abierta del balcón.

Rojo se mantiene de pie frente al grueso barandal blanco, su vista plasmada sobre el paisaje que se pinta frente a su vivienda. Árboles con sus hojas cayendo a los costados de la calle, personas caminando por la banqueta, la escasez de autos y un cielo gris nos da la bienvenida.

Me percato de sus pants y playera negra, tono que parece ser el único que gusta utilizar en sus atuendos.

—Buenos días—. Digo con timidez, como si me encontrase nerviosa.

Rojo voltea al instante, encontrándome como un ser indefenso.

Como muestra de respeto, el chico procede a concluir con su vicio al aplastar la colilla del cigarrillo sobre el cenicero situado sobre la mesa de cristal a su costado.

—Nessa—. Media sonrisa ilumina su bello rostro al conectar su mirada azulada con la mía.

—No sabía que fumabas—. Empleo un tono dulce para evitar ofender.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora