La Confianza

187 38 60
                                    

Un aire extraño invade las paredes que nos contienen, pues la tensión es perceptible entre nosotros al mismo tiempo que una sensación de comodidad y gran conexión que siempre hemos compartido llena nuestros pechos.

Con su presencia junto a mi cuerpo en las aguas de la tina, Rojo decide alejar su mano de la mía al cabo de unos momentos de silencio, intuyendo que mi mente debe ser un mar de confusiones tras desconocer la manera en la que debería reaccionar ante su repentina visita.

Mi sentido lógico sabe que debería gritar tan fuerte que mis pulmones comenzarán a suplicar por más oxígeno, atrayendo la atención de Clark y de mi familia para así salvarme de uno de los hombres involucrados en mi secuestro, pero mi corazón me indica que permanezca en la bañera con Rojo, debido a que no estoy lista para dejarlo ir... no otra vez.

El agua tibia que nos sostiene abraza nuestros cuerpos para mantenerlos cálidos en esta tarde otoñal; la brisa en las afueras de mi hogar roza las ramas de los árboles para romper el silencio que corre por el baño de mi habitación.

—Mi intención no es asustarte, Nessa—. Rojo rompe la ausencia de palabras tras reconocer que he quedado sin aliento tras su reaparición en mi vida.

Asiento con lentitud al sentir cómo un par de lágrimas logran escaparse de la tela sobre mis ojos para así bajar por mis mejillas.

Su aroma a goma de mascar con sabor a menta llega a mis fosas nasales con cada palabra que enuncia con esa grave voz que alegraba mis días más oscuros.

—He sido cuidadoso, te prometo que nadie sabrá que estuve aquí—. Me informa.

—Lo sé.

Mi cuerpo se sobresalta como al de una niña temerosa al sentir el tacto de su mano siendo colocada sobre mi antebrazo, el cual descansa encima de mis piernas para rodearlas a manera de abrazarlas.

—Lo siento, es la costumbre—. Le explico el trauma que ha permanecido conmigo como resultado de las agresiones de Gris y Azul.

—No te disculpes—. Baja el volumen de su voz, —No tienes por qué disculparte de nada.

—Perdón, es que—

—Nessa—. Rojo me interrumpe al percatarse del nerviosismo en mi voz, mi tono a punto de estallar en llanto.

—Sé que no me harás daño, Rojo—. Le aseguro antes de dejarlo continuar, pues sé que su presencia en mi hogar es sincera y no hará nada para perjudicar mi bienestar.

Sin embargo, mi labio inferior tiembla por la incertidumbre del momento, pero me mantengo como estatua a su costado, pues, aunque comparto un lazo de confianza especial con él, me aterra el hecho de ser atrapada por alguien de mi hogar al tener a Rojo a mi lado.

—Si sabes eso, ¿entonces por qué estás llorando? — La angustia es notable en su voz.

Presiono mis labios para sellarlos por completo, intentando retener la explosión de emociones que recorre mi sensible y delicado corazón, hasta que finalmente logro responder:

—Porque llorar y sentirme desolada parece ser lo único que predomina en mi alma desde que me dejaste.

Un silencio similar al de un funeral llena nuestro entorno tras escuchar mi voz quebrarse.

El agua de la tina se mueve en tenues ondas al recibir el cambio de posición de Rojo en ella. Sus manos toman mis brazos para alejarlos de mis piernas y así girar mi cuerpo desnudo para encararlo.

Mi ritmo cardiaco se acelera y una chispa de fuego inicia en mi intimidad al momento en que abre mis piernas a los costados para obligarme a rodearlas sobre su cadera y así tomar asiento sobre su regazo.

Amarlo Fue RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora