Capítulo 26

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Los días pasaban, lentos, aburridos, caóticos para la pelirroja. En el Mesón de su cocina estaba preparando un postre diferente, uno que había encontrado en YouTube. Añadió miel encima de los esponjosos buñuelos, sin poder aguantar las ganas mordió este, sintiendo el delicioso sabor de la miel junto a la masa cocida. Preparo la mesa y saco los utensilios para beber una gran taza de té; al sentarse tomo un gran buñuelo, disfruta este, como si no hubiera nada mejor que probar.

- Mierda. - Susurro al ver que había dejado otra taza a su lado.

Se había acostumbrado tanto a la presencia de la castaña, que esto provoco dejar la taza en la que Antoinette bebía.

Hace unos días atrás caminaba cerca del parque Royal, el cual quedaba cerca de la casa de Antoinette. Sentada en la banca miraba el hogar del señor Topaz, preguntándose así misma si podría acercarse al umbral del portón y preguntar por Toni; al final se llamaba "tonta", por pensar tal ridiculez. Por como sacaron de su hogar a la morena, como esta le había contado semanas atrás sobre la discusión con su padre; era demasiado obvio para saber que la presencia de Cheryl sería incómoda y una falta de respeto por parte del progenitor de Antoinette, en especial por qué ella le había dicho a él que no sabía nada de la ojos color chocolate.

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- Le pedí a la cocinera que prepare tu platillo favorito. - Anunció con una sonrisa.

Ella no lo miraba ni siquiera asintió para responder que había escuchado las palabras.

- Provecho. - Dijo la sirvienta al dejar el almuerzo en la mesa.

El hombre miraba a su hija con tristeza, preguntándose que pasaba por la mente de la pequeña.

- ¿Hasta cuándo dejarás de ignorar mi presencia?, Antoinette. - Inquirió.

Nada ninguna sola palabra salió de los labios de la primogénita, causando así un leve enojo en su padre.

- Por favor, hija, sabes que no fue mi intención decir aquellas palabras, que por cierto no repetiré. Lamento haberte insultado delante de Robert Sinclair.

La morena apretó sus manos por debajo de la mesa, creando en estas unos puños.

- Me enteré de la verdad al investigar de él y del desgraciado de su hijo, ellos ya tienen su merecido. - Relato.

La curiosidad llegó al escuchar el relato.

- ¿Qué les hiciste? - Pregunto con su mirada fija en su comida.

El señor Topaz hubiera preferido cualquier otra pregunta; no le gustaba hablar sobre las hazañas que realizaba él o alguno de las personas que trabajan para el ojos marrón. Prefería mantener un bajo perfil con los actos que cometió con los/las idiotas que se atrevieron a faltar el respeto u dañar a su familia o a él.

- Solo les advertí que no se acercaran a ti.

Mintió y la castaña lo sabía.

- ¿Qué sucedió con los guardias?.

Pregunto al recordar que su padre la había enviado a su habitación, dejando así solamente a los hombres en la oficina.

- Ellos lastimaron tus brazos, hija, no podía dejarlos ir sin su merecido.

Ocurrió un pequeño silencio en el comedor. El de ojos marrón degustaba la comida, creyendo que su hija había terminado con sus preguntas.

- ¿Por qué le das importancia?. - Inquirió la morena.

- ¿Qué?.

- Tú enviaste a esos hombres para que me trajeran aquí y lo lograste. ¡Tú permitiste que me lastimaran!. - Alzo su voz en el último verso de sus palabras.

Sabía que en cualquier momento iba a explotar, no podía seguir guardando el rencor que aún estaba en ella.

- ¡Yo no permitiría que te hicieran daño Antoinette! Les dije que te encontrarán y trajeran de vuelta a tu hogar, nunca los mandé a lastimarte!. - Respondió con furor.

- Pues sabes que, ¡lo lograste; lograste que esos idiotas me lastimaran y tú también lo hiciste!.

- Ya te dije perdón, Antoinette; ya dije que lo lamento por no haberte creído he insultarte.

- Con mil disculpas no vas a lograr hacerme sentir mejor. ¡Yo estaba mejor, estaba feliz antes de que los gorilas aparecieran en la casa de Cheryl!. - Expuso.

Paro de hablar al darse cuenta de que había dicho el nombre de la pelirroja. El moreno quedó pasmado al escuchar el nombre de la psicóloga. La mirada del señor Topaz vago por el comedor como si estuviera buscando algo.

- No, no, no. - Negó repetidas veces al ver como su padre se dirigía al despacho. - ¡No lo hagas! Papá por favor.

El hombre ignoraba las súplicas de la castaña. Cerro con seguro su oficina, hablo brevemente en el teléfono para que llevaran a su hija a la habitación y dejara de insistir. Sabía que no podría tener la suficiente concentración con Antoinette gritando desde la puerta.

- Aló, ¿Con quién hablo? - Expreso curioso.

- Gregorio, un gusto hablar contigo después de tanto tiempo. - Saludo.

- Topaz. - Nombro con asombro.

- Así es. Necesito hablar contigo; en el restaurante de la costa, en cinco minutos nos vemos. - Demando
cortando la llamada.

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La caja se guardó al igual que la obra que había creado, no quería que esta se dañara o le ocurriera algo malo, por eso siempre tenía sus escondites para sus objetos valiosos.

Ya no quería llorar, las lágrimas ya no salían de su lagrimal, es como si todas ellas se hubieran acabado; sin embargo, la pena seguía depositada en su ser.

De nuevo estaba paseando por el parque observando las flores y grandes árboles que cubrían los rayos del sol. Descanso en la misma banca, en la que se había sentado días anteriores. Observa las ventanas, el portón y uno que otro ventanal, con la esperanza de ver aunque sea unos segundos su rostro, su cuerpo, a ella, a su TT.

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