Capítulo 3 La Prueba

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(Nueva información agregada)

Alma

Cuando llegué a mi habitación, abrí la puerta hecha una furia, y al querer entrar, no me fijé que las maletas estaban en la entrada y casi dejé enterrada mi cara en el suelo.
Casi.
Logré equilibrar mi cuerpo, di una vuelta mortal y caí parada de manera torpe. Si hubiera sido una humana normal, no hubiera tenido tanta suerte como yo. Resoplé fastidiada y me dispuse a ordenar.
En un minuto ya tenía todo como quería y donde quería. Unos chasquidos fueron las únicas cosas que hice para ordenar todo el desastre y las maletas que traía. Luego, con otro chasquido me quité la ropa para estar más cómoda en mi habitación y pasar un momento de ocio. Estaba pensando sobre qué ponerme cuando Marcus Darken aparece de la nada dentro de mi habitación.
Repito.
Estaba desnuda.
Di un grito ahogado y al instante di otro chasquido para poner cualquier ropa en mi cuerpo.
Él iba a morir.
─ ¡Eres un imbécil!
─ Sí, un imbécil que te hace feliz en la cama ─agregó divertido sin prestarme atención─. Mi pregunta es ¿por qué te has vestido, nena? Es mi noche y yo la quiero. Ahorita.
─ ¡Vete al diablo! ─mascullé.
─ Ya soy parte de ese bando, nena. Ah, y tú también, ángel de la sexy muerte. Ahora, quiero mi noche ─dijo tratando de sonar posesivo.
─ No quiero ─protesté con rebeldía─. Se me han pasado las ganas gracias a ti y del imbécil de Alexander.  Sólo espera a que me aparezca en la lista y le daré su nochecita. Ya veremos quién le dará la bienvenida al infierno. Vete qué no habrá nada hoy. ¿Quedó claro ─Gruñí.
─ ¿Y quién fue el idiota que te hizo enojar? Sólo yo puedo hacer eso. Por culpa de él no podré disfrutar una noche contigo ─murmuró furioso. Al escucharlo, no pude evitar reír. Él alzó una ceja.
─ ¿De qué te ríes?
─ Es que tú eres igual ─reí sin gracia. Vino a hablar de idiotas y él era el segundo en lista. El primero era Alexander. El rey de los idiotas. Sí, eran un dúo de idiotas.
─ ¿Me comparas con un humano estúpido que quizá no puede ni manejar el arte del sexo? ─preguntó ofendido.
─ ¡Sí! Tienen reacciones similares. "Que yo soy el mejor en la cama, que yo aquí, que yo allá..." bah, cuento viejo ─dije sin tomarle importancia.
─ Pero la diferencia entre él y yo es que yo soy un ser espiritual, diabólico pero lo soy, en cambio, él es un simple humano.
─ ¿Y qué? Tu forma de ser lo arruina todo. Eres un patán. Él es un patán. Fin. La única diferencia es que tú si me tienes y él nunca me tendrá ─concluí.
─ En eso estoy de acuerdo. Si alguien más y sobre todo alguien como ese idiota se atreve a acercarse de nuevo a ti, no me quedaré de brazos cruzados, nena. Pero no creo que lleguemos a ese punto. Tú nunca te rebajarías con un humano ni tampoco puedes por tu maldición, lo cual me alegra por un lado, pero que te llegue a gustar un "robavaginas" e idiota eso no lo voy a permitir.
─ Todos los humanos son idiotas, Mark. No saben cuántas oportunidades les da el Creador y ellos van de mal en peor. A mí sólo me dieron una oportunidad y a ti ninguna. Y ellos son tan mal agradecidos ─la sangre me hervía al pensar en las idioteces de los humanos durante estos miles de años. Y por culpa de esos humanos egoístas es que yo había acabado así. Mis ojos ya no eran azules al recordar aquel evento. Se habían vuelto más oscuros como un cielo nocturno en medio de un incendio forestal.
─ Cálmate, Ally ─me susurró con tono paternal. Luego, me abrazó, y yo respiré profundo para luego corresponder su abrazo.
Sí.
Marcus podía ser un idiota y un amante al sexo, pero por muy imbécil que fuera, él siempre sabía cuando parar la situación, cuando ponerse serio, cuando ser amable, y cuando cambiar de temas con mucho respeto. Lo quería mucho por eso. Él me comprendía y por muy ocupado que pudiera estar, él dejaba cualquier cosa que estaba haciendo para venir hacia mí y darme lo que necesitaba: un abrazo, un consuelo, un consejo ─aunque no eran muy buenos─, y ante cualquier cosa, él estaba ahí. De hecho, siempre que me llamaba Ally, me derretía. Y eso era porque siempre que me decía así, su lado tierno salía a flote. Me apapachaba y me consentía como si fuera una bebé.
─ Te quiero, Marki ─le dije. Él besó mi cabello y me apretó más a él.
─ Yo también, Ally. Y odio tener que decirte esto pero tienes que ir a traer tus almas o tendrás problemas.
─ Lo sé ─protesté─. Tú también tienes una lista y mucho más larga que la mía.
─ Rayos, tienes razón. Por eso, no me gusta este trabajo. Ser un ángel de la muerte es muy agotador y un trabajo en el que siempre hay más y más. Es como lavar trastes. Nunca se acaban.
─ Pero si nunca has lavado uno ─reí divertida.
─ Cierto, pero he oído que los humanos protestan seguido por eso ─se defendió.
─ Pero no es válido y punto ─seguí insistiendo.
─ Ya cállate y mejor bésame ─me dijo y sin tiempo a poder reaccionar, me tomó entre sus manos y me besó. Yo abrí los ojos sorprendida pero no tardé ni tres segundos en corresponder su beso apasionado. La temperatura del beso subió y subió a tal grado que yo gemía y él gruñía. Su erección empezó a crecer y mis bragas se estaban empapando. ¡Dios, este ser malvado me iba a matar de placer si no lo detenía en esos momentos!
─ Amor, tenemos que ir a trabajar ─le dije en medio de gemidos. Él me ignoró y me siguió besando, tocando, susurrando, gimiendo. Ohhh, delicioso.
─ Lamento interrumpir su escena morbosa y asquerosa ─dijo una voz femenina que nos sobresaltó a ambos. Marcus se golpeó la cabeza al girar contra la pared y ver a su hermana con la cara asqueada.

Ángel de las almas -Trilogía Almas L1 -2da edición (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora