Capítulo 1: El amor de mi vida.

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     Una plaza de París‐Francia, lugar donde el viento acaricia suavemente la piel y el sol se mantiene a la distancia perfecta. Donde todo parece más tranquilo. Lugar donde las palomas son tan libres como las personas que se sientan a alimentarlas, a pasar una tarde agradable o a escuchar a los distintos personajes cantantes, que de vez en cuando se sentaban con su instrumento a alegrar los oídos de los que andaban la misma ruta. Uno de esos personajes es James Abreu, que ya acostumbraba a ir casi todas las tardes a hacer bailar a las parejas que se detenían a oírlo, y que amablemente le dejaban una limosna, aunque no la necesitara.

     Se encontraba sentado en su banca habitual, con su guitarra acústica sentada en sus piernas, sonreía al sentir la paz que le daba ese aire de despreocupación que le regalaba Le Place De Jean XXIII. Una plaza que para él tenía una historia interesante e importante. Los niños pasaban al frente de él riendo y jugando, siendo acompañados de cerca por sus padres.

     No había pasado más de cinco minutos allí sentado cuando ya tenía compañía; un señor de avanzada edad se encontraba leyendo el periódico a su lado. Abreu sintió curiosidad por el titular del mismo y se dirigió a quién se encontraba leyéndolo.

     —Disculpe, ¿podría prestarme un momento el periódico?

     El hombre lo miró confundido y cuando separó sus labios para hablar, James se dió cuenta de lo que había hecho.

     —Cierto, ehhh —Pensó un momento y luego habló de nuevo—: Pourriez-vous me prêter le journal?

     El señor seguía sin entender y Abreu menos entendía lo que estaba sucediendo, ya le había pedido el mismo en su mismo idioma. El silencio incómodo que separaba a ambos fue roto por el dueño del periódico.

     —Excuse me, sir —El señor habló y James entendió todo—, I only speak english.

     —Oh, right. So, could you, please, lend me the newspaper? —Habló James tan naturalmente como si fuese su idioma natal.

     —This? Sure, take it.

     Le extendió el periódico al guitarrista y él lo tomó asintiendo con la cabeza en señal de gratitud. Se fué directo al titular y al leerlo detenidamente, sintió una profunda tristeza en su pecho. Sintió el impulso de llorar y alzó la mirada para fluir en su mudo dolor, pero quedó estupefacto por unos segundos con lo que vió a unos metros de dónde estaba él. Se calmó y luego volvió a la lectura.

     —Como lo temía, él era el último —Habló cerrando el periódico.

     —Es una pena, en su tiempo fueron excelentes —Dijo aquél señor que estaba sentado a su lado.

     —¡¿Habla español?! —Preguntó James tan confundido como molesto.

     Los dos se miraron a los ojos y encogiéndose de hombros se confesó el señor.

     —Así es, lo siento. Tengo problemas de confianza con los extraños.

     —Ah, entiendo... Sí, eran de los mejores.

     —Tenían futuro, pero quién diría que por una estupidez, perdón —Lo miró el señor, disculpándose como si hubiese tropezado con James y luego corrigió—; Quién diría que por algo así tan secundario terminaría todo.

     Ambos veían a unos niños que jugaban corriendo al frente de ellos.

     —Algunos lo llamarían secundario —Concordó James luego de pensarlo unos segundos—, pero yo lo entiendo, en parte. Mucha gente dice que "El amor es ciego" y tienen razón; el amor no lo dejó ver bien lo que hacía y a consecuencia de eso lo perdió todo.

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