Capítulo 6: El baño.

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James Abreu.

     Durante el sábado en la noche y el domingo durante el día, no hablé de otra cosa más que de lo exitoso que fué el evento del sábado. Pensé que mi mamá se aburriría de escucharme hablar de lo mismo a cada hora, pero era lo contrario, se emocionaba más y más con cada cosa que le contaba. A pesar de que ella también estuvo ahí, en la primera fila, observando a su hijo mayor dando uno de los mejores shows que ha dado con su banda. Me siento orgulloso de Savage, cada vez lo hacemos mejor, o al menos eso sentí. El efecto risas me hizo olvidar algunas cosas o sólo las recuerdo borrosas. Al menos mamá no se dió cuenta.

     Lo que sí no olvidaré fué que Rachel se haya acercado a hablar conmigo. Suena morboso, pero por un momento sólo me concentré en capturar en mi memoria el olor de su perfume. No puedo imaginarme a alguna persona más hermosa que ella.

     Su mirada es el cielo para mí.

     —Muchachos, les tengo que contar algo.

     Los cuatro integrantes de Savage nos encontrábamos sentados en la cafetería, aún no les decía nada del dinero y ya era el momento de hacerlo.

     —Venga. Cuente, cuente —Dijo Daniel.

     —Es sobre el dinero que se recogió el sábado, hay un detalle que no les he contado. No uno bueno —Aclaré.

     —Ya me lo imaginé —Soltó Román echándose hacia atrás y mirando al techo.

     —Bueno, sucede que —Les conté sobre lo que hizo Jacob—... y me dejó menos del veinte por ciento.

     —Me lo veía venir —Dijo Román—, era muy bueno como para ser verdad.

     —Igual, eso no se hace.

     —Ya, chicos —Los detuve, sabía que empezarían a hablar del tema hasta volverlo tabú—. Igual es más dinero del que pensábamos recoger que era la gran cantidad de cero.

     Metí ambas manos en el suéter y luego saqué una para colocar el dinero sobre la mesa.

     —¿Y esto qué? —Preguntó Daniel que vió que se lo había acercado a él.

     —Agarra el dinero para tus baquetas, y el resto gástalo ahí —Señalé con una mano el mostrador y la guardé de nuevo en el suéter.

     —Pero, Ja‐

     —El líder soy yo, ¿no? —Me adelanté a su motivador e innecesario sermón— He decidido que te compres unas baquetas nuevas y que gastes el resto en chucherías para nosotros cuatro, ¿ok?

     Todos me miraron con una expresión que no sabría definir, y al final Daniel sólo apretó sus labios, asintió con la cabeza y se fué a comprar.

     Luego de un momento de calma, ví que nuestro bajista estaba tenso, y a punto de hablar.

     —Jacob... maldici‐

     —Hey, calma —Interrumpí a Román que ya se iba a alterar—. Yo también estoy molesto —Me encogí de hombros—, pero, ¿qué se puede hacer?

     —Deberíamos...

     Interrumpí el pequeño silencio de Priscilla.

     —Quedarnos tranquilos —Me erguí—, ensayar la nueva canción que escribí, la que les pasé por el grupo de WhatsApp y comer.

     —Les traje esto —Daniel soltó en la mesa la bandeja llena de comida.

     —Genial —Saqué una mano del suéter, la llevé a una pieza de pollo frito y me la empecé a comer sin quitarme la capucha—. Vamos, coman. Esto no es mío, es de nosotros.

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