Capítulo 26: Otra forma de decir "Te Amo".

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Ángela Collins.

     —¡Aún no entiendo por qué me oculta esto! —Le confesé al pobre de Raúl, que ya llevaba rato escuchando mis quejas.

     —Entiendo —Añadió con su calma voz.

     —¡Y encima de todo, me pide que me calme! «Confía en mí» —Lo imité—. ¿Puede usted confiar en alguien que le oculta las cosas, señor Raúl!

     Me apoyé en los asientos delanteros y respondió sin alterarse.

     —En este caso lo haría.

     —¡Exactamente!.. —Me devolví— Espera —Negué con la cabeza—, ¿dijo que sí?

     —Me escuchó bien —Me miró por el retrovisor recién ajustado—, señorita...

     —Collins —Concluí.

     —Es broma, sí me sé su apellido —Me sonrió y reajustó el retrovisor para volver la vista al frente—. El señor Abreu me habla mucho de usted cuando me necesita, ¿sabe? Imposible es no saberse su apellido.

     —¿Y eso qué? Él le habla de mí a todo el mundo —Me siento tan cabreada que me quiero bajar de aquí.

     —¿Y qué le hace pensar que sólo son cosas buenas las que les cuenta a todos de usted? —Manejaba tan tranquilamente que me sentía arrullada.

     —Pues... que él... No sé, dice que está enamorado de mí y cuando alguien se enamora...

     —Sólo busca el bien para la otra persona —Concluyó mi oración—. El amor es ciego, pero no es malo.

     Hizo algo con unos botones en el volante y empezó a moverse los limpiaparabrisas, justo antes de que iniciara el goteo encima del vidrio. Qué precavido.

     —Intente confiar en él, no he visto ni un ápice de maldad en él en cuanto a usted se trata... Yo perdí a mi mujer hace tiempo —Inhaló profundo—. ¿La razón? Ser lo opuesto al señor James... él a usted no la quiere perder.

     —Yo... lo siento —Me recosté en el asiento—. Es sólo que esto es nuevo para mí, es mi primera relación y mi primer amor me destrozó el corazón... Bueno, en ese entonces me enamoré sola —Recosté la cabeza en la ventana viendo caer la lluvia.

     —¿Usted lo ama? —Me preguntó sutilmente.

     —Lo hago.

     —Él la ama a usted —Añadió—. Sé que ni su padre, ni el tal Yeison le demostraron razones para creer en la personas, y menos en los hombres. Y el señor James se siente frustrado, y de alguna manera culpable por eso, e intenta compensarlo y hacer el trabajo de ambos; padre y novio.

     Casi al instante lo reconocí.

     —Tiene razón, y le agradezco todo —Me enderecé de nuevo—, pero se equivoca en algo.

     —La escucho.

     —No es «Yeison», es Jacob —Aguanté una risita que él no aguantó.

     —Lo siento, lo siento —Se disculpó comicamente—, ya este cerebro no funciona como antes.

     —¿Cuántos años tiene?

     —Le doblo la edad, literalmente.

     Tiene cuarenta y dos años, no hacía falta extender este tema, prefiero dejarlo así. Me hizo bastante bien hablar con Raúl, estoy muy agradecida con él.

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