Capítulo 13: El peor enemigo de un tiburón...

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James Abreu.

   No es creíble hasta que lo vives; las despedidas son realmente tristes. Pero esto no es un adiós mamá, Keiver, Nichole, Ángela, amigos y toda esa gente que dejo aquí, esto es un hasta luego. Nos vemos en cinco años. Todas esas calles recorridas, esos bares que visité y en los que me presenté, las casas de mis amigos, el colegio... Aquí en esta tierra dejo un pedazo de alma, pasado un lustro vendré a buscarlo. Espérenme.

Ángela Collins.
El día después de la graduación:

     Siento que me derrito dentro de esta habitación. Qué calor hace, y para colmo, acabo de bañarme. Me he bañado tres veces desde ayer, que fué un día patético... ¿Por qué lo hice? Aún sabiendo que no era lo correcto lo hice, espero que James pueda perdonarme algún día. No fué justo para él recibir eso de mi parte, pero recibir eso de parte de Jacob sí me lo merecía sin dudas. Me duelen los ojos, los párpados los siento llenos de lagrimas aún, la barbilla me tiembla a veces y el pecho la acompaña. Rompí el corazón de James y luego rompieron el mío, ¿habrá algo más justo? No, el hecho de que me hayan hecho lo mismo momentos después no significa que sea justo, él no merecía eso.
 
     Creo que lo mejor es levantarme a desayunar... bueno, a almorzarme la cena de ayer. Me siento un vegetal estando aquí metida, pero no tengo energía para nada. Ojalá alguien me trajera comida hasta acá arriba... pero la señora Leyla no trabaja ni los sábados ni los domingos... La señora Leyla, no podría mirarla a los ojos después de lo le hice a su hijo. Desearía un final en el que todos terminemos felices.

     ¡Mtch! Mejor me levanto.

     Me levanté y bajé a la cocina, ví a mi padre sentado en el comedor, vestía de traje como siempre. Me vió y siguió tecleando su laptop. Cuando me senté en la mesa y dejé el plato sonar me miró.

     —Pensé que dejarías de comer desde ayer, cuando llegaste a la casa —Mordí el pan y le respondí.

     —No cumpliré tu sueño aún —Le respondí y me miró raro, entonces le aclaré—; morirme.

     —Bueno, otro día será —Siguió tecleando—. Tengo en el anzuelo a la víctima, en dos días todo su dinero será mío —Dió un fuerte aplauso y luego exclamó— ¡Soy un tiburón!

     —¿Un tiburón pescando? —Le pregunté desafiando su lógica.

     —Soy una nueva especie: el tiburón pescador. Y pesco a otros tiburones más pequeños.

     —Qué emoción —Respondí sarcásticamente.

     —Compartimos el sentimiento.

     Viré los ojos y seguí comiendo. Luego de comer me cambié. Vestí un mono, un suéter y unos zapatos deportivos, me hice una cola en el cabello y salí a caminar. Me empezó a doler el estómago y me senté en el suelo de La Plaza De Juan XXIII, varias palomas se me acercaron curiosas... Y no fueron las únicas, otros dos narizones vinieron a ofrecerme un trago, pero estaba segura de que era más que eso, por lo que me hice de oídos sordos.

     Si me dieran un sol por cada vez que me dicen «Hermosa», pudiese ir a París... París... ¿Asia? ¡Maldita sea! ¿Por qué es tan egoísta? Todo estuviese mejor si pensara en mí al menos una sola vez... Bueno, no soy la indicada para hablar de eso, sólo pensé en mí anoche. Aunque, a veces es bueno ser egoísta, soy la única persona que se preocupará por mí. Si papá gana todo ese dinero, al cumplir la mayoría de edad me iré, seguro soy un peso para él teniendo diecisiete años.

     Todo fuese distinto si mamá siguiera viva, pero no me arrepiento de estar viva. La extraño, aunque nunca la he visto. Extraño tener a mi lado a alguien que nunca tuve a mi lado, qué ironía.

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