Capítulo 27: Haliacas, relajo y risas.

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Ángela Collins.

     Estos últimos meses me han agotado mental y físicamente; Christian ha estado más inquieto de lo normal, las prácticas con la guitarra me están rompiendo los dedos, pero como ha habido mejora, Román tuvo la idea de incluirme a sus ensayos, y son increíblemente cansados porque James es perfeccionista. Y aunque la mayoría lo vería inútil, quizás es lo que lo llevó al éxito tan rápido... También estoy cansándome de la "nueva vida" que me advirtió James que tendría. Me está mamando estar siendo vigilada, cada movimiento que haga prácticamente ya está escrito en algún lado. No puedo ser libre.

     ¿El techo se mueve?.. Nahh, debe ser mi cansancio, después de esta rutina de ejercicios que acabo de hacer no siento las piernas. James dice que no me hace falta, y sé que él no se mueve por emociones, su sinceridad es su mejor virtud, pero igual me gustaría centrarme en algo que me aleje la mente de ¡lo cautiva que me siento por James! Aunque el techo puede estar moviéndose por los mareos que he estado teniendo... Mtch, nada de eso.

     Me levanté del suelo y me dirigí a la ventana, apoyé mis codos en el alféizar y empecé a recordar uno de los mejores momentos que he vivido en estos patéticos meses, que fué...

Hace menos de un mes. (Veintitrés de diciembre):

     —¡Feliz Navidad! —Abracé a James apenas lo ví.

     —¿Estás consciente —Me besó la nariz— de que navidad es mañana?

     —Cállate y vamos a comprar —Lo solté y entrelacé nuestros dedos.

     —¿Quieres caminar desde aquí, tu casa, hasta el supermercado? —Me preguntó.

     —Sí, claro —Lo miré a los ojos, tenía algo extraño en su mirada—, ¿por qué no?

     —Sólo pregunto.

     —Estás extraño, James.

     Él me miró, con una profunda y cansada mirada, y luego abrió los labios.

     —Estoy cansado, cariño —Me confesó y se sentó en la acera—. Tengo la mente envuelta en los ensayos, en este concierto que daré en unos días, en el gran concierto de enero, en los negocios allá en Italia, y en más cosas que me cansan sólo de pensarlas.

     Yo lo miré desde arriba y se me ocurrió una idea. Entonces me senté junto a él.

     —En ese caso —Puse mis manos en sus mejillas y su expresión me hizo saber que estaban frías—, voy a tratar de animarte y despejar tu mente, ¿va?

     —¿Tienes pastillas? —Me preguntó.

     —Estoy hablando en serio, James —Choqué nuestras frentes.

     Él inhaló y exhaló profundamente mientras me veía, cerró los ojos un momento y luego habló.

     —Está bien, princesa —Lo besé y luego me levanté.

     Él hizo un par de llamadas mientras yo me aburría esperándolo, ya que hablaba en inglés. Terminó la segunda y me dijo que sería la última llamada y me dispuse a escuchar, pero empezó a hablar en italiano... Aunque intentaba averiguar qué decía.

     —... la mia principessa. ciao —Colgó la llamada y se levantó.

     —¿La mia qué? —Le pregunté viéndolo.

     —Mi princesa —Me dijo.

     —Tú eres mi princesa —Le puse un dedo en el pecho. 

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