Capítulo 25: El dueño de la piel.

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James Abreu.

     —¿Te parecen unos tacos? —Le pregunté— ¿Has comido tacos puramente mexicanos?

     Ella me miró extraño, pero luego me sonrió.

     —De verdad me prestas atención —Se acercó y puso su mentón a mi pecho—. Te quiero.

     —Yo te amo —La rodeé con mis brazos.

     Ella puso una expresión extraña, como de rudeza, pero se vé tan tierna. Luego intentó imitar una voz "masculina".

     —Bésame, diablo —La besé.

     —No me digas diablo, cachorra.

     Ella se separó y miró al rededor. Luego me miró con los ojos muy abiertos.

     —¡No me digas así en cualquier sitio, James!

     —¿Por qué? —Me encanta hacerla enojar— ¿Te prendes?

     —¡Sabes que sí! —Exclamó apretando los dientes.

     —Bueeeno —Me giré hacia el coche—, entra al auto, cachorra.

     Le abrí la puerta del auto para que entre, y me miró con una mueca molesta. Me encanta ver que se esfuerce en parecer ruda y que termine luciendo tan tierna.

     —No quiero que gastes mucho en mí —Entró y rodeé el auto para entrar también.

     —Esa no es decisión tuya. Por cierto —Entré al auto y lo arranqué—, hablando de dinero; firmé el contrato.

     —¿Y eso qué? —Se acostó en mi regazo viéndome.

     —Sabes que me cuesta manejar si te acuestas así.

     —Responde, cariño.

     La miré con las cejas levantadas y desistí.

     —Tengo aproximadamente... diez veces más del dinero que tenía antes del contrato.

     De inmediato se sentó de nuevo, pero esta vez parecía sorprendida...

     —James —Me miró de cerca, apenas unos centímetros nos separan—, ¿cuánto dinero tienes?

     —Esa es información que no me permito dar, corazón.

     Y es verdad, no puedo ofrecer información tan importante.

     —Sólo puedo decirte que tengo suficiente dinero como para derrochar por el resto de mi vida, así como lo he estado haciendo. Claro,—Le sonreí inocentemente—, mientras siga con el contrato activo.

     —¿Por qué manejas tanto dinero, James? —Puso una mano en mi pierna.

     —¿Por qué manejar poco dinero, Ángela? —Me desvié de la ruta normal para tardar más viajando, y así estar más tiempo con ella.

     —Buen punto —Me besó la mejilla y se sentó normal suspirando—... ¡Diablos! Estoy prendida.

     —Pues estoy manejando, y no puedes tener relaciones con más nadie —La miré y le guiñé un ojo.

     —No tengo objeciones —Se metió una mano en el pantalón.

     La miré y giré de nuevo la cabeza.

     —No lo hagas.

     —¿Por qué? —Me vió desafiante— Mi cuerpo, mis reglas.

     —Hablando de ese lema tan tonto —Reduje un poco la velocidad—, mira al frente.

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