Capítulo 19: La dedicatoria.

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Ángela Collins.

     —Ya casi llega tu mami —Le dije a Christian—, me acaba de llamar.

     Él seguía viendo su programa de perros, yo ya estaba cansada de eso, llevo tres años viendo el mismo programa con él y ya estoy algo cansada de eso... Pero él no, a él le gustan bastante sus perros. Me sorprende hasta darme miedo.

     —¿Te quieres sentar aquí conmigo? —Me preguntó sentado en el sofá. Su cara tierna me obliga a decir que sí casi a todo.

     Ese sofá tiene prácticamente la forma de su trasero por tanto sentarse ahí, a veces supongo que duerme ahí, y tendría sentido.

     Christian tiene bastante interés en los perros, ojalá cumpla su sueño, sea cuál sea... Su sueño...

     ¡Rayos! Me entristecí profundamente recordando al hermano de James, fallecido sin sueños y sin poder demostrar de lo que estaba hecho. Me mareé un poco y hasta sentí los brazos débiles. Quise distraerme y me acerqué a Christian para sentarme con él, pero entonces sonó mi celular. Me retiré hacia una ventana y contesté.

     —¿Quién habla? —Pregunté apoyada en el alféizar, viendo hacia abajo.

     —Deberías guardar mi número, Collins.

     Esa frialdad la reconocí de inmediato, además, su voz no es nada común.

     —¿Por qué debería obedecerte? —Lo reté.

     —Soy tu novio, Collins —Respondió naturalmente—, deberías tener mi número agendado como mínimo.

     —¿Mínimo de qué?

     —No cualquiera tiene la oportunidad de ser la novia de James Abreu, Collins.

     —Ash, qué arrogante —Torcí los ojos—. Vé al grano, James.

     —Te renuncié de tu segundo trabajo —Me indicó tan normalmente, como si lo que hubiese dicho es que compró pan.

     —¿Que hiciste qué? —Estoy tan confundida que ni siquiera sé a qué se refiere.

     —Trabajabas en una tienda extraña, ¿no?

     —Trabajo —Le corregí el verbo.

     —No, señorita Collins —Me dijo—; trabajabas.

     —¡James, qué hiciste? —Le exclamé alzando la mirada.

     —Deja la charla, ya entendiste —Me esquivó—. Hoy se presenta Savage, te invito.

     —¡No puedes pretender que actúe de forma natural cuando me dejaste sin trabajo! —Le exclamé.

     —Aliviánese, padrino —Dijo de forma relajada, y eso me enojaba—, confía en mí.

     —¡Ese segundo trabajo ayudaba a mantenerme!

     —¡Ángela! —Me alzó la voz y la volvió a bajar— Confía en mí. Yo te voy a mantener.

     Inhalé y exhalé para calmarme, después de la estupidez que había hecho James. No podía dejar de apretar el mentón.

     —¿A qué hora será el evento?

     —En la noche —Respondió de forma tan casual.

     —Esa no es respuesta a mi pregunta.

     —Pero es la respuesta que te quiero dar —Respondió como si estuviese acostumbrado a responder así.

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