Capítulo 17: Una pesadilla.

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Ángela Collins.

     No lo conocí, no tuve oportunidad de preocuparme por él, lo único que sabía lo olvidé. En cierto modo, me siento culpable de algo, no sé de qué, pero tengo un sentimiento de culpa hacia su muerte. Ahora entendí el comportamiento de James, su malhumor, su arrogancia, sus respuestas, su frialdad, su indiferencia, todo. Tenía una expectativa muy alta de nuestro reencuentro, pero en la vida todo puede suceder... Y sucedió.

     Parece mentira, pero es verdad, su hermano murió. No lo conocí, pero seguro no fué justo que muriera.

     Decidí seguir a James hasta el balcón y ver en qué podía ayudarlo, quería ayudarlo... Sé que lo necesita, aunque quizás, no soy la persona más indicada para hacerlo.

     —Lo siento —Cerré la puerta detrás de mí y él me miró.

     —Ah, tú de nuevo —Dijo sin cambiar la indiferencia en su voz.

     —Sí, yo de nuevo.

     Hubo un momento de silencio que luego él rompió.

     —Te queda bastante bien mi franela negra.

     —Ah, cierto. Lo olvidaba —Me la empecé a quitar y la puse en su hombro.

     —Puedes quedártela si quieres.

     —Está bien —Le aclaré—, no estoy desnuda.

     Él tenía apoyado los codos en el borde del barandal de yeso esculpido que nos separaba de la caída. Me observó de nuevo y levantó las cejas un segundo.

     —Ví que adoptaste mi estilo simple —Veía mi franela blanca...

     Franela, hablando de eso; ¿Dónde estará mi chaqueta?

     —Ah —Miré mi ropa—, es estilo pobre, para serte sincera.

     —¿Pobre? —Preguntó confundido.

     Se separó del barandal y metió una mano dentro de mi franela. Sentí un escalofrío y apreté los puños viéndolo hacer esto tan sereno. Y luego James recorrió mis costillas con sus dedos, parecía convencido de lo que hacía. Se deslizaban fácil sobre mi piel, no me sentí incómoda, pero estaba teniendo un efecto algo negativo en mi respiración. Casi tocó mi seno izquierdo y luego sacó su mano.

     —En tres años lo que hiciste fué adelgazar, Collins.

     —¿Cómo demonios sabes eso? —No estaba segura de lo que él estaba diciendo.

     —¿Recuerdas que te caiste en un skate?

     —Sí.

     —Te levanté yo... Y en ese momento le presté atención a tus costillas —Volvió a ver al horizonte—. No se sienten igual ahora, están más pronunciadas.

     —Eh, no sé qué decir —Me había quedado sin palabras.

     —Te enseñaré a comer, vive conmigo —Propuso James, tan naturalmente como respirar.

     Decía las cosas de un modo tan frío y natural que me asustaba negarme. Me molestó un poco su cambio de humor, pero estoy atónita, tanto que desde que salí a verlo no he cambiado de posición.

     —Pero, James —Le hablé cautelosamente—, yo trabajo... en dos lugares.

     —Esfuérzate en poner excusas al menos —Él sólo movía su mandíbula, su perfil era atractivo... Demasiado, y eso me asustaba.

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