Capítulo 5: La plaza.

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James Abreu.

     —Y todos aplaudieron, mamá, ¡todos aplaudieron!

     —Tiene un encanto natural con el público ese tal Jacob.

     Ya era viernes en la noche, hablaba con mi madre en la cocina mientras cenábamos, de las cosas que sucedieron estos últimos días. No pude verla ayer porque llegó muy tarde del trabajo y nos encontró durmiendo a ambos. Por eso aprovecho de hablar de todo con ella mientras la veo.

     —Mentiría si digo que no lo tiene —Admití echándome hacia atrás en mi silla—. Pero ahora nos colocó en una situación comprometedora.

     —Vamos, hijo —Soltó el tenedor—, ¿ustedes no son Savage? ¿Los que triunfarán en Europa? Una plaza no debe ser problema.

     —Cantan bien —Dijo Keiver mientras comía, estaba silencioso y yo sabía por qué.

     —Lo sé, lo sé, pero no es tan fácil —Luego me golpeó en el rostro una papa frita que lanzó mamá.

     —Oh, lo siento —Dijo ella—, le apuntaba a un cobarde... Pero, ¡vaya, sí le dí!

     Keiver se rió y no pude evitar reírme también, su risa es contagiosa.

     —Sigue botando comida, tenemos tanto dinero —Yo había terminado de comer pero seguía sentado.

     —Para algo mi hijo será una estrella de rock y ganará millones, ¿no? —Dijo sin tapujos.

     Sé que lo que mi mamá quiere hacer es motivarme, y realmente no estoy nervioso. Pero no sé si los demás lo estén.

     —Mamá —Habló Keiver y ambos nos fijamos en él, porque casi no había hablado.

     —Dime, hijo.

     —¿Papá nos dejó por siempre o sólo por un tiempo? —Preguntó y sonó entristecido— Es que no recuerdo su cara y quisiera verlo alguna vez —Keiver lucía tan triste, no podía dejarlo así.

     Tragué hondo, haciendo de tripas corazón e interrumpí el momento.

     —¡Pero Keiver me salvó en una pelea! —Me apoyé en la mesa— Él fué el Iron Man legítimo.

     —¿Una qué? —Preguntó ella incrédula.

     —Ya me voy, señora —Dijo Kimberly, y Keiver fué a abrazarla para despedirse.

     —Sólo sígueme la corriente, mamá. Te lo explicaré luego, ¿va? —Le susurré.

     —Nos vemos luego, Kim, gracias —Dijo mamá despidiéndose—. Hasta el lunes.

     Se fué y logré poner feliz de nuevo a Keiver hablando de su hazaña como la mejor del siglo. La alegría de Keiver había regresado y no podía pedir más.

     Ya antes de acostarnos hablé con mi mamá sobre la pelea. Le expliqué que todo había sido grabado y que gracias a eso el director no la llamó, porque vió que no empecé yo, sólo me defendí... Y claro, también le dije que había ganado la pelea.

     Mamá no era tan estricta, mientras no haga cosas realmente malas, ella no se enoja. Es muy comprensiva y me gusta eso de ella.

~•~

     —¿Y qué haremos con el dinero? —Preguntó Román mientras instalaba su instrumento.

     —Lo invertiremos en los equipos —Le aclaré antes de cualquier idea tonta que sacase—. Tu amplificador presentó un fallo el miércoles, ¿no?

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