Dueño

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Alejandro Cox

Cerré la puerta de mi oficina detrás de mí para dirigirme a la baranda, en mi mano derecha sostengo un vaso de whisky casi vacío, pronto tendre que llenarlo. Me dedico a observar el ambiente, música, luces de neón, meseras de aquí y allá con todo tipo de bebidas, gente bailando. Lo normal, hasta que... La ví.

Hay esta, sentada en un banco de piernas cruzadas, reclinando se en la barra con los codos en la misma. La observo por un rato, en verdad que es hermosa. Piel clara, cabello castaño, lacio, hasta la mitad de su espalda y del resto, bucles se formaban hasta su cintura, trae un vestido negro, más arriba de las rodillas, cruzado en su pecho, acompañado de unos tacones altos del mismo color. Desgraciadamente no puedo ver sus ojos, jamás he estado suficientemente cerca para verlos.

Esta mujer es todo una diabla, y lo digo en serio. Ningún hombre a podido atraparla y el que se le acerca... O sale con su orgullo y dignidad por el infierno, o se gana un buen golpe si se pasa de listo. Frecuenta el club, eso lo sé, no muy seguido, pero si lo hace, y también he logrado presenciar cada show que  arma, siempre es uno nuevo. Siempre que se aparece por aquí, sale algún tonto ganándose su merecido.

Veo como suelta un risa y eso me hizo sonreír, - en verdad me encanta esta mujer - un pelirrojo se acerca a ella de una forma que daba para decir lo que quería.

«Este idiota va a terminar con un fuerte golpe.»

Me dije tomando un poco de mi whisky con una sonrisa burlona sin despegar mis ojos de ahí. Pongo toda mi atención en ellos, el le dice algo que no oigo, pero me dispuse de que se trataba por la cara de disgusto que puso ella. Le respondió a lo dicho, sé que le advirtió para que se fuera. No le hizo caso, le volvió a decir algo que la hizo bajarse del banco y acercarse más a el.

«¡Maldita música! No escucho nada.»

Sin darme tiempo a tomar otro trago de mi bebida, le dió un fuerte golpe en el entre pierna con su rodilla, - auch, eso debió dololer - tomó un puñado del cabello del hombre haciendo que la mirase a los ojos, ella estaba en verdad furiosa. Diciéndole algo más el hombre asintió rápidamente, lo soltó de golpe haciendo que este se tambaleara y termina yéndose. Me rio de tal escena decidió a tomar un trago de whisky, pero este se ha acabado.

Buena excusa.

Sonriente bajo las escaleras de cristal que dan a la zona VIP y a mi oficina, mis hombres en la parte de abajo quitan la cinta roja para darme paso y dirigirme a la barra. Estando allí, me posiciono a su lado y pude verla más de cerca, rostro angelical, mejillas rosadas, labios carnosos resaltados en un rojo fuego, su piel se veía tan suave y sedosa, su perfume es maravilloso, no me encuentro tan cerca pero puedo sentirlo.

Me mira de reojo y digo aleluya por eso. Sus ojos son verdes, pero no cualquier tipo de verde. Son esmeralda con un toque color miel en ellos, simplemente perfectos. Todo en ella es perfecto.

Le regalo una sonrisa mientras me dirijo al bartender.

- Un whisky. Y para la señorita... - miro la copa que tenía al lado - Un Martini seco.

Ella me lanza una mirada asesina y yo solo me dedico a sonreírle coqueto. Pone los ojos en blanco y bufa, saca de su bolso dinero para después bajarse dispuesta a irse.

- ¿No te han dicho que es de mala educación rechazar un trago? - la frene a unos pasos del banco mirando mi vaso.

- ¿Y a ti no te han dicho que no se debe aceptar el trago de un extraño? - contraatacó girando en sus talones - ¿Quién te crees que eres para invitarme un trago?

Vaya que la mujer es difícil.

Su voz delicada hizo eco en mi cabeza, jamás la había escuchado y ya me había encantado. Al igual que sus ojos, es hipnotizante. Preciosa.

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