Cap56

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Juego con los dedos de Alejandro mientras el habla por teléfono. Pruebo los anillos de mis dedos en los suyos y los suyos en los míos, a decir verdad, ninguno de los míos le queda, solo entran hasta la mitad o menos. Sobre lo de hace rato, ya está tranquilo, aunque, sigo pensando lo mismo, ¿Cómo  una persona como el es capaz de aceptarme con todos mis problemas y traumas?

- Bien nos vemos en la noche, adiós.

- ¿Qué quería Bob? - pregunto entrelazando nuestras manos.

- Algunos inconvenientes menores, nada de más. - besa mi cabeza.

Tres toques llaman nuestra atención. Y por la puerta aparece un rubio bien agitado y con harina en la cara. No puedo evitarlo y me burlo.

- Pareces un fantasma. - el rubio pone mala cara -  Y uno muy gruñón - sigo riendo - Ay se molesto Gasparin.

Rio a carcajadas y el pelinegro me acompaña, Axel rueda los ojos.

- No tenemos tiempo para esto. - reprende - Alejandro tenemos que ir a la base dos. Hay problemas con una carga.

- ¿Qué? No. - hago un puchero - Se supone que hoy montaremos el árbol.

Alejandro se ríe.

- Te prometo que volveremos pronto para decorar el árbol. Por ahora que tal si ayudas a nana en la cocina. - besa en mis labios un momento.

- Esta bien. - sonrío.

- ¡Voy a morir de diabetes, por mi hermano y su novia! Voy a morir de diabetes, hasta el colmo de besos. Voy a morir de diabetes, por culpa de ellos. Es por su culpa, por su culpa. Es por su culpa, por su culpa...

Se va cantando Axel por el pasillo haciendo un ridículo baile que consta de tres sacudidas de trasero y unos pasos de como si bailara merengue.

No me aguanto y me río. Me pongo unas zapatillas negras y bajo las escaleras, llego justamente cuando los chicos se van así que voy a la cocina con nana.

- ¡Llegue yo!

- Mmmm. Alguien se levanto de buen humor. - me mira la mujer acompañada de Ana.

- Mucho. - digo acercandome a la mesa - Vine a hecharles una mano, así que en que soy buena.

Ambas mujeres se ven la cara y sonríen.

En menos de cinco minutos estoy amasando para hacer galletas de jengibre. Me gusta esto, está haciendo un frío horrible afuera, pero la calidez de la comida navideña mezclado con las risas y cantos es única. Al medio día ya tengo cuatro bandejas listas, solo falta la última. Lavo lo que ensucie y limpio mi desastre, escucho la puerta por lo que supongo llegaron los chicos así que me apresuro en terminar, para ir a la sala con los demás.

- ¡Cariño!

- ¡Estoy en la cocina! - espero a que llegue mientras acomodo, hasta que escucho una risilla que me es muy familiar - ¿Alejandro?

Giro pero no hay nada.

- Hola. - brinco. Me llevan los mil demonios. Alejandro esta a mi lado con una cara de idiota que estoy segura que se la quito pero ya.

- ¿Cuál prefieres? - pregunto con una mano en mi pecho - ¿Que te de un tiro o te descuartizo?

- Eso es un deseo muy malo preciosa. - dice caminado hasta estar detrás de la isla - Pero de eso, prefiero esta.

Se baja un poco y cuando se levanta completamente, veo a la niña en sus brazos.

- ¡Luz! - corro hacia ellos. La pequeñaja salta sobre mi y sus brazitos rodean mi cuello y sus piernas se aferran a mi cintura. Está preciosa, tiene un vestido rojo con flores blancas y un lazo en la espalda, su cabello rojo esta suelto y muestra unos lindos risos, también trae una zapatillas negras brillantes y el señor abrazos esta con ella. Tiene un muy bonito moño por cierto - Mi niña, cuanto te extrañe.

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