Flores

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Martes, a cinco días de aquella noche que pase con Alejandro viendo las estrellas en la azotea de un edificio. Hoy es un día movido en la oficina, tengo papeles por todas partes y un par de planos que realizar, sin contar que tengo una junta en... ¡Quince minutos!

¡Joder! ¡Joder!

- No, no, no. - recojo los papeles necesarios - ¡Sonia! ¡Sonia!

La mujer de unos cincuenta años, entra a mi oficina a pasos rápidos y con varios papeles en la mano.

- Mac, los arquitectos han llegado.

Me paralizo. ¡Demonios!

- Bien, - respiro. Me retoco el labial, acomodo mi falda y tomo unas carpetas - vamos.

- Son estas Mac. - me entrega una carpeta, rápidamente la intercambio y salgo de mi oficina con ella a mis espaldas.

Mis sandalias de tacón resuenan en el pasillo y mi cabello se mueve de lado a lado. No tengo apuro, faltan diez minutos para iniciar oficialmente la junta, entro en el espacioso lugar con una mesa rectangular de madera para doce personas en medio. Ocho hombres me esperan dentro sentados a los lados de la mesa y uno en la cabeza frente a mi.

- Buenos Días. - digo tomando asiento.

- Buenos días señorita Winslet. - dicen todos levantándose para volver a tomar asiento.

Espero a que Sonia termine de servir el café y abandone la sala, dando así la junta por iniciada. Les explico a todos que lo que tengo planeado hacer son una serie de edificios en cierta zona que he comprado, la idea es construirlos todo equipado, sin faltas y de allí se darán a personas que necesiten un hogar para reunir fondos. Muestro las imágenes, la idea que tengo, el concepto, y cuando digo el presupuesto uno gruñe.

- ¿No pensara hacer eso? Es un presupuesto demasiado elevado señorita.

- Concuerdo, es un exceso. - masculla otro.

Suspiro, gruño y murmuro en los adentros.

- Señores, esto es una obra de caridad y ese dinero se va a recuperar de todos modos. - todos me miran con reproche menos el que esta frente a mi. No a dicho nada en toda la junta y solo se dedica a mirarme, observarme y me esta incomodando. Mucho.

- Disculpe, pero déjeme decirle con todo respeto que no estoy dispuesto a pagar aquella suma de dinero, y mucho menos con una niña a la cabeza de la operación.

La madre que lo parió. Ahora sí, han sacado a la fiera del empaque y levantándome siceo con toda mi chulería.

- En ese caso... Mis hipócritas disculpas a ustedes. Si no quieren formar parte de esto, bien. Hay muchos que quieren trabajar mano a mano con esta niña y pueden tomar sus lugares en menos de cinco minutos. A mi, socios me sobran, al igual que gente que quiere estar a mi lado. - achino los ojos y ni corta ni perezosa digo: - Busco a personas que trabajen, no a olgazanes sin ningún tipo de cerebro, porque aquellos que rechacen esto, - levanto el contrato mostrandolo - se van a arrepentir después. Se los aseguro. Pero como mis demandas son muy difíciles de aceptar. ¡Allí está la puerta por donde entraron y se pueden ir aquéllos que lo quieran, - señaló la puerta - los que tengan el verdadero valor y la fuerza suficiente para quedarse, adelante!

Dicho esto, de los ocho hombres que había en la mesa, solo quedaron tres. Un italiano, un australiano y el hombre que no aparta la mirada de mi. Sentándome de nuevo en mi silla, me reclino en ella y cruzo mis piernas entrelazando mis dedos sobre mi falda. Silencio. El silencio se hace a notar y se que esperan alguna acción mía, así que sin más, tomo el contrato y un bolígrafo deslizandolos por la mesa.

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